lunes, 28 de noviembre de 2011

CARY GRANT: HOMENAJE EN EL ANIVERSARIO DE SU FALLECIMIENTO



El 29 de noviembre falleció del actor Cary Grant. Su verdadero nombre era Archibald Alexander Leach y empezó su carrera en el teatro hasta que, en los años 30, comenzó a trabajar para los grandes estudios. Se convirtió en uno de los intérpretes más carismáticos y queridos por el público y colaboró profesionalmente con los más destacados directores. Títulos como “Historias de Filadelfia” de George Cukor, “La fiera de mi niña” de Howard Hawks, “Sospecha”, “Encadenados” “Con la muerte en los talones” y “Atrapa un ladrón” de Alfred Hitchcock, “Arsénico por compasión” de Frank Capra, “Tú y yo” de Leo McCarey o “Charada” de Stanley Donen le convirtieron en uno de los galanes más emblemáticos de la historia del cine y mantiene su nombre unido por derecho propio a la época dorada de Hollywood.

Finalizó su carrera interpretativa a finales de los años sesenta. Cuando en cierta ocasión un entrevistador le comentó que "a todo el mundo le gustaría ser como Cary Grant", el actor replicó "A mí también". Alfred Hitchcok dijo de él que "podría actuar con un huevo podrido en la cara y seguir pareciendo tan fascinante como siempre". A lo largo de su vida, Grant se casó cinco veces, siendo su penúltima esposa la también actriz Dyan Cannon, con quien tuvo a su única hija. A pesar de la oposición paterna a que siguiera sus pasos en la profesión, Jennifer Grant se convirtió en actriz a la muerte de su padre, aunque nunca alcanzó el éxito de éste.

Cary Grant recibió un Oscar honorifico en 1970, junto a dos nominaciones a la estatuilla dorada por sus papeles de “Un corazón en peligro” y “Serenata nostálgica” y otras cinco a los Globos de Oro.
Sirvan estos dos fragmentos de película como homenaje a su figura:

CHARADA:
ENCADENADOS:

jueves, 24 de noviembre de 2011

UN DIOS SALVAJE (Carnage)



Roman Polanski es uno de los cineastas europeos con mayor repercusión a nivel mundial y particularmente dentro de la complicada industria cinematográfica norteamericana. Ganador de un Oscar al mejor director por El pianista y candidato en otras cuatro ocasiones a la preciada estatuilla, cuenta en su filmografía con títulos tan relevantes como La semilla del diablo, Chinatown o, más recientemente, El escritor. Ha ganado los máximos galardones de los principales festivales del Viejo Continente -Cannes, Venecia y Berlín-, así como los Premios del Cine Europeo. Es cierto que su carrera profesional se ha visto profundamente marcada por tragedias personales y por problemas judiciales, lo que ha provocado lapsos de inactividad en su más de medio siglo detrás de las cámaras. También ha firmado proyectos impropios de la calidad y brillantez que se le supone, aunque esta circunstancia no ha impedido que se haya ganado un puesto entre el elenco de los realizadores europeos más prestigiosos de la historia del séptimo arte.
Si bien su trayectoria durante la década de los noventa presagiara en el parisino una decadencia sin vuelta atrás, con cintas como Lunas de hiel o La novena puerta, parece que la entrada en el nuevo milenio le ha rejuvenecido o, en su caso, ha encauzado mejor su envejecimiento, puesto que ha recuperado en buena medida su mejor versión. Tras dirigir algunos destacados largometrajes como los ya citados El pianista y El escritor, presenta ahora Un dios salvaje, cuyo guión escribió en Suiza bajo arresto domiciliario y que rodó en París, ante la imposibilidad de poder pisar suelo norteamericano debido a sus cuentas pendientes con la justicia. A pesar de todo, el resultado final no se resiente por tan peculiares contingencias y, al final, se convierte en una muy interesante propuesta artística.
Cuenta la historia dos parejas de padres que, ante una pelea mantenida entre sus respectivos hijos, tratan de solucionar el conflicto por la vía del diálogo. Las formas de ser y los propios prejuicios de los progenitores transforman la reconciliación en una batalla dialéctica sumamente didáctica para el espectador. Gracias a un guión ágil, divertido y ácido -casi corrosivo-, Polanski rememora en algunas escenas al film de Mike Nichols Quien teme a Virginia Woolf, sobre todo en lo que se refiere al ambiente opresor generado por el encierro de unas personas entre cuatro paredes y que termina por hacerlas explotar y sacar el diablo que llevan dentro. Pese a encuadrarse claramente en el género de comedia, Un dios salvaje es una vía perfecta de reflexión sobre la hipocresía social y la verdadera naturaleza del ser humano. En apenas una hora y veinte minutos de proyección, asistimos a un espectáculo brillante pleno de diálogos intensos e interpretaciones lúcidas. Sin duda, una cinta agradable de ver y, si me apuran, hasta necesaria.
El reparto es inmejorable, si se tiene en cuenta que entre los cuatro protagonistas suman cuatro Oscar y ocho nominaciones a los premios de la Academia de Hollywood. Jodie Foster, Kate Winslet, John C. Reilly y Christoph Waltz justifican, por sí solos, la visión del film. Sus interpretaciones son fantásticas y, mientras ellos asumen el peso de la parte cómica, ellas se encargan de la dramática, conformando en conjunto un cuarteto en estado de gracia.

jueves, 17 de noviembre de 2011

LA GRAN AVENTURA DE WINTER EL DELFÍN (Dolphin Tale)



Tras varias semanas con un cúmulo de interesantes largometrajes que llegaban a nuestra cartelera, ahora les ha llegado el turno a otras películas menos relevantes. Sin ir más lejos, el pasado viernes tuve que rebuscar bastante entre propuestas de segundo nivel para decantarme por un film de estreno. De entre ese elenco de cintas que pasan más desapercibidas, La gran aventura de Winter el delfín se presenta como una producción de una cierta repercusión en el mercado norteamericano, ya que obtuvo a principios de octubre el número uno de la taquilla en su segunda semana en cartel, recaudando hasta la fecha setenta millones de dólares, aproximadamente el doble de su presupuesto.
Se trata de una historia basada en hechos reales que cuenta, de forma edulcorada y tierna, la relación entre un niño y un delfín herido y los esfuerzos, tanto del muchacho como de unos médicos, para lograr su recuperación. La trama recuerda mucho a otras similares, como las de la saga de Liberad a Willy, también de una notable rentabilidad económica. Sin obviar que puede resultar una vía ideal para que los pequeños presencien ejemplos de buenos sentimientos, superación ante la adversidad y final feliz, el principal problema estriba en que este proyecto se dirige exclusivamente a quienes puedan sentirse atraídos por estas propuestas eminentemente infantiles, por lo que acaban siendo excesivamente blandas, previsibles y cursis a medida que la edad del espectador aumenta.
Su director, Charles Martin Smith, presenta una doble faceta profesional bien diferenciada. Como realizador suele abordar un género cinematográfico dirigido a la infancia en el que los animales son los protagonistas principales. Así, en el año 1997 fue el responsable de Air Bud, en la que un perro jugaba al baloncesto. Sin embargo, cuando se dedica a la interpretación – siempre, por cierto, en papeles secundarios- aparece en títulos nada infantiles como Los intocables de Elliot Ness, Starman o Labios ardientes. En todo caso, y centrándonos en La gran aventura de Winter el delfín, su labor ha de calificarse de nada creativa, plana y carente de un sello personal.
En compensación, los actores que integran el reparto son muy conocidos para el gran público. Es el caso de Morgan Freeman, excelente intérprete ganador de un Oscar por Million Dollar Baby y nominado asimismo a otras estatuillas doradas por Invictus, Cadena perpetua, Paseando a Miss Daisy y El reportero de la calle 42. En su filmografía figuran algunas obras de obligada visión como Sin perdón o Seven. Le acompaña el magnífico cantante Harry Connick Jr., popular por las canciones de El padrino Parte III o Cuando Harry encontró a Sally y que, de cuando en cuando y con menor fortuna que la musical, ejerce como actor. En el apartado femenino, el protagonismo recae sobre la siempre correcta Ashley Judd, que alcanzó la fama en la década de los noventa gracias a Heat, Tiempo de matar o Doble traición.

viernes, 11 de noviembre de 2011

MELANCOLÍA (Melancholia)



Lars Von Trier está considerado como el director danés más importante desde Carl Theodor Dreyer. En mi opinión, sus comienzos profesionales fueron muy prometedores gracias a títulos como Europa, Rompiendo las olas o Bailar en la oscuridad. Todos estos largometrajes resultaban extraños y de compleja visión debido a su densidad y a la lentitud de la narración. El interés que despertaban sus personajes, sobre todo femeninos, explicaba que sus actrices fueran acreedoras de numerosos premios y reconocimientos. Comprar una entrada para una película de este realizador equivalía a asumir que no ibas a ver un trabajo convencional, que su visión artística no se parecía a ninguna otra y que, casi siempre, iba a exigir un esfuerzo al espectador para poder seguir la trama. Ello le supuso concentrar en dos bloques irreconciliables a sus devotos seguidores y a sus fieles detractores. En el plazo de tiempo que va de principios de la década de los noventa hasta el año 2000, los proyectos de Von Trier podían ser considerados, como mínimo, originales e innovadores, a la vez que caracterizados por las sorprendentes y memorables actuaciones de sus actores.
Pero algo pasó después que me lleva a afirmar, aun a riesgo de equivocarme, que el cineasta evolucionó negativamente, convirtiéndose en una especie de visionario revolucionario al que su obsesión por unas filosofías muy personales le hizo perder el norte. Sus siguientes cintas estaban presididas por una estética errática que tan sólo producía rechazo. Sin ir más lejos, los decorados de Dogville, que algún crítico calificó de creación artística de obligada visión obligada, constituían la negación misma del cine. Para colmo de males, sus personajes comenzaron a perder interés debido a su alejamiento de la realidad y a su conversión en absurdos espectros salidos de pesadillas surrealistas. En definitiva, el director europeo ha terminado por crear un universo personal de difícil acceso (en mi caso, imposible) y firmando obras que tal vez tengan algún sentido en su mente pero que, desde luego en la mía y en la de la mayor parte de su público, no tienen absolutamente ninguno.
Melancolía se inicia con una presentación musical de ocho minutos de duración acompañada de una serie de imágenes rodadas a cámara lenta y carentes de diálogos y de explicación. Cuenta a su favor con dos grandes bazas que son, por un lado unos atractivos personajes a los que se les puede sacar mucho jugo y, por otro, unos intérpretes en estado de gracia que lo dan todo en pantalla. Pero posee igualmente demasiados argumentos en contra. A su habitual lentitud narrativa se suman la interminable filmación de secuencias claramente prescindibles, un desarrollo de la trama sumamente incomprensible y el intento fallido de reunir un drama de carácter personal y familiar con un elemento entre la ciencia ficción y el género de catástrofes en forma de colisión de dos planetas. ¿Qué historia quería contar realmente Lars Von Trier? ¿Qué pretendía transmitir a los espectadores? ¿Tiene algún sentido lo que nos ofrece? Solo él lo sabe. Desde luego, yo no puedo contestar a ninguna de las tres cuestiones ya que el cineasta danés se me ha vuelto indigesto e indescifrable.
Lo mejor de Melancolía es, sin lugar a dudas, Kirsten Dunst, que obtuvo por este papel el premio a la mejor actriz en el último Festival de Cannes. Está verdaderamente magnífica reflejando felicidad y tristeza a partes iguales. Siempre dota a sus interpretaciones de un algo especial –recuérdese en Elizabethtown, película fallida en su conjunto pero cuyas escenas protagonizadas por la actriz le otorgaban una magia que impulsaba a verla una y otra vez. En concreto la última de todas, cuando propone a su compañero un final alternativo, es, probablemente, uno de los finales más románticos y optimistas que he visto nunca en una sala de proyección.

martes, 8 de noviembre de 2011

FOOTLOOSE (2011)



Decía el poeta y ensayista británico Samuel Johnson que nadie podía llegar a ser grande copiando o imitando. Otra célebre cita, en este caso del norteamericano Robert Frost y mencionada por el actor Robin Williams en la estupenda película El club de los poetas muertos, afirma “tenía la oportunidad de ir por dos caminos y elegí el menos transitado”. Desgraciadamente, el rumbo que están tomando buena parte de las productoras estadounidenses se aleja ostensiblemente de esas ideas. Se limitan a copiar, a imitar lo que han hecho otros, a transitar por caminos ya recorridos, como si el miedo a explorar nuevas ideas, nuevos personajes, nuevos planteamientos les petrificara. Se limitan, en la mayoría de los casos, a repetir fórmulas usadas con anterioridad y que han tenido éxito, exprimiéndolas tanto que terminan por esquilmarlo todo. Quieren la seguridad del triunfo en la taquilla, olvidando que, como dijo el militar Douglas MacArthur, “en este mundo no hay seguridad, solo oportunidad” y quienes toman las decisiones desaprovechan esas oportunidades buscando la tranquilidad que proporciona el seguir los pasos de otros.
Bajo excusas de lo más variopintas, se limitan a filmar lo que otros profesionales ya han rodado. Desde justificarse manifestando que es un homenaje al director copiado, hasta intentar convencer de que, en realidad, es un modo de celebrar el veinticinco o el treinta aniversario de su estreno.
Ahora le ha tocado el turno a Footloose, película que en el año 1984 fue un éxito sorpresa (costó ocho millones de dólares y recaudó solo en Estados Unidos más de ochenta) y que fue dirigida en aquel entonces por Herbert Ross, realizador que poseía una nominación al Oscar por su trabajo en Paso decisivo. Se trataba de un film bastante simple pero que logró conectar con buena parte de público adolescente de la época, lanzando al estrellato a un joven Kevin Bacon. Su pegadiza canción, que a día de hoy aún suele escucharse en las radios, optó a la estatuilla de Hollywood. Si la cinta tuvo alguna razón de ser en los ochenta, es obvio que en la actualidad no tenía sentido alguno hacer un remake, ya que es prescindible, vulgar, repetitiva y no aporta nada nuevo a la historia. En todo caso, los nostálgicos de primer Footloose disfrutarán mucho más alquilando el original que viendo esta versión actual.
Craig Brewer, que sorprendió en 2006 con el largometraje Hustle & Flow, obteniendo un Oscar de dos nominaciones, es el responsable de la dirección, aunque aquellas expectativas de hallarnos ante un realizador valiente y original no se han cumplido, dado que con este producto mediocre, sin trama ni personajes de interés, da un gigantesco paso atrás. El psicólogo y psiquiatra suizo Carl Gustav Jung defendía que los seres humanos nacemos originales y morimos copias. El séptimo arte también nació original pero, a este paso, morirá convertido en una interminable copia. Es la vía por la que optado la industria hollywoodiense, la de las secuelas, precuelas y remakes. Y es una auténtica pena.

viernes, 4 de noviembre de 2011

CRIADAS Y SEÑORAS (The Help)



Si se preguntan cuál ha sido la película de 2011 que más semanas ha ocupado el número uno de la taquilla norteamericana, pensarán probablemente en alguna de las costosísimas superproducciones estrenadas en la gran pantalla. Les vendrán a la mente las terceras, cuartas o enésimas entregas de sagas de piratas, magos infantiles o robots transformables. Pero no. En realidad, la cinta que, con más de ciento setenta millones de dólares tan sólo en el mercado estadounidense, ha liderado por más tiempo la recaudación, es una modesta producción de apenas veinticinco millones de dólares de presupuesto. No es una circunstancia común pero, a veces, el cine tiene estas cosas. Largometrajes que se arriesgan a una acogida más bien mediocre por parte del público, conectan con éste de tal forma que se convierten en la sorpresa del año. En 2011, esa sorpresa ha recaído sobre Criadas y señoras, film que trata el espinoso tema del racismo en Estados Unidos, escrito y dirigido por el desconocido Tate Taylor. Llegó el pasado verano a las salas de proyección, compartiendo cartelera con grandes títulos de acción y aventuras caracterizados por sus escandalosas inversiones tanto de producción como de promoción. En otras palabras, tenía todas las papeletas para pasar desapercibida e intentar, a lo sumo, alcanzar cierta rentabilidad en el mercado del video, pero no ha sido así. Por el contrario, ha obtenido recaudaciones millonarias y, además, ha calado bien hondo en los pilares de la cultura norteamericana. De hecho, la novela en que se basa es ahora mismo la más vendida en el país norteamericano.
La explicación se halla en la feliz coincidencia de una historia interesante, un guión inteligente, una plasmación dramática y agridulce de fácil visión y unos actores versátiles que realizan bien su trabajo. Dicho esto, el motivo último de esa intensa conexión con los espectadores continúa siendo un misterio, habida cuenta que sobran multitud de buenos trabajos a los que el público les da la espalda y que terminan olvidados por todos.
Criadas y señoras gustará fundamentalmente a los amantes de los melodramas convencionales, sentimentales e históricos. Es la historia de un grupo de mujeres blancas y negras que luchan juntas para superar la separación que, por razones de raza, les impone la sociedad en la que les ha tocado vivir. Con un espíritu humano de libertad y rebeldía, quieren enfrentarse al sufrimiento y a la injusticia para poder cambiar actitudes como el odio interracial, el sometimiento de la mujer al hombre o la negativa de la sociedad conservadora a evolucionar con los tiempos. Un sólido guión, unos personajes interesantes y unas correctas interpretaciones explican el extraordinario éxito de esta película y son la prueba del triunfo de la calidad. Lo que debería resultar sorprendente es que, como es habitual, films horrorosos lo conquisten todo mientras pequeñas joyas pasan desapercibidas.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio (The Adventures of Tintin)



Cuenta el propio Steven Spielberg que su interés por el personaje de Tintín se inició en el año 1981, cuando intentó leer en un revista francesa una crítica de En busca del arca perdida. Por el diferente idioma no entendió nada, pero se extrañó de que, en el artículo, no paraba de salir el nombre de Tintín. Por curiosidad mandó traducir el texto y, en resumen, el escritor afirmaba, tras ver la primera entrega de las aventuras de Indiana Jones, que Spielberg debía de haber leído todos los comic de Hergé, porque consideraba que su film era un homenaje al personaje creado por el dibujante belga. Obviamente no era cierto pero, sorprendido, el director norteamericano mandó comprar todos los libros de Tintín y, tras leerlos, sintió el deseo de hacer un largometraje sobre él.
Treinta años después de que germinara ese interés se estrena el visionario proyecto de este genial director que cuenta con numerosos puntos de interés. Su realización técnica, más allá de la perfección y originalidad, sirve a crear una atmósfera ideal en donde cobra sentido el universo que Hergé inventó para su más famoso personaje. Desde los títulos de crédito hasta el final queda patente que estamos ante la obra de un gran cineasta que se resigna a dejar de ser niño, que ama el cine de entretenimiento y, sobre todo, que nos ofrece a los demás argumentos para apuntarnos a rememorar nuestras décadas pasadas, cuando disfrutábamos simplemente con la lectura de las peripecias de un joven periodista intrépido y su elenco de pintorescos personajes que le acompañaban.
Pese al error inicial de aquel escritor francés que propició el primer encuentro entre Spielberg y Tintín, en realidad no iba tan desencaminado. Al menos el estilo ágil y divertido de Indiana Jones impregna también esta obra a medio camino entre la animación y la filmación en imagen real. No es una adaptación fiel de la obra del dibujante belga y quizá por eso más de un purista critique la libre visión que viene de Norteamérica pero, prescindiendo de ese dato a mi juicio irrelevante, yo me quedo con el retorno del Spielberg inicial, antes de que su arte lo dedicase a plasmar en obras maestras sus reflexiones sobre el nazismo, la segunda guerra mundial o el terrorismo de Estado, mucho antes, había un personaje que tenía un mundo interior lleno de aventuras y buenos sentimientos. El director de E.T. el extraterrestre se empeña en que nosotros también regresemos a nuestro pasado pero con la tecnología más puntera y moderna y con un espectáculo visual novedoso. Ahora solo queda que el espectador quiera volver a la infancia, pero eso es una decisión personal de cada uno.
Y lo mejor de todo es que junto con Steven Spielberg vuelve todo su equipo. Retorna John Williams en la banda sonora tras varios años retirado, el gran maestro de la música cinematográfica y la persona viva con más nominaciones al Oscar. Michael Kahn en la edición y Janusz Kaminski como director de fotografía. Solo entre estos tres nombres acumulan cincuenta y seis nominaciones al Oscar y diez estatuillas. Es otro nivel.