jueves, 28 de julio de 2011

LOS PINGÜINOS DEL SEÑOR POPPER (Mr. Popper's Penguins)



La comedia es un género cinematográfico bastante ambiguo ya que, en función de los diferentes tipos de humor que existen, calificarlo como tal puede no resultar útil a la hora de prever si gustará o no al público correspondiente. Esta inseguridad no es exclusiva de esta modalidad del séptimo arte pero sí se acentúa especialmente en ella. Parece evidente que los espectadores que disfrutan con películas como Resacón 2 ¡ahora en Tailandia! no son los mismos que se divierten con Up in the Air. Tampoco quienes se reían continuamente con Porky´s se parecen en nada a los que veneran al Woody Allen de Annie Hall. Todas son comedias pero no comparten ni la forma ni el fondo.
Uno de los referentes cómicos norteamericanos por excelencia es Jim Carrey, paradigma de la gesticulación desmedida que pretende conseguir las carcajadas de su auditorio gracias a una colección de muecas faciales. Quien haya visto éxitos como Ace Ventura: detective de mascotas, Un loco a domicilio o Mentiroso compulsivo recordará la elasticidad de los gestos con los que daba vida a sus personajes. Pero, como es lógico, esta clase de actor no agrada a todos los amantes del género sino tan sólo a un sector –que, a juzgar por las recaudaciones, parece mayoritario- en el que yo no me incluyo. De hecho, el único largometraje que considero digno de mención es el inclasificable ¡Olvídate de mí! dirigido de forma racional por el realizador Michel Gondry y en el que los aspectos dramáticos, románticos e incluso de ciencia ficción de su historia salvaban lo que, en caso contrario, hubiera derivado en un nuevo despropósito interpretativo de Carrey.
Los pingüinos del señor Popper no es más que otro título del histriónico cómico y, por lo tanto, gustará exclusivamente a sus seguidores. Se ha intentado presentar un guión pleno de buenas intenciones que combinase niños, animalitos y moraleja familiar, es decir, uno de esos artificiales productos prefabricados más propios de la época navideña, en el nombre de cuyo espíritu uno es capaz de visionar lo que en otras circunstancias ni siquiera se plantearía. Completan el reparto la actriz Carla Gugino –Watchmen, Spy Kids- y la veterana Angela Lansbury, que debe su popularidad a la serie televisiva Se ha escrito un crimen.
Mark Waters, realizador de cintas tan prescindibles como Chicas malas, Ojalá fuera cierto o Los fantasmas de mis ex novias se hace cargo de la dirección. Sin embargo, en su faceta de productor es justo reconocerle el mérito de contar en su filmografía con el original y recomendable film dirigido por Marc Webb (500) días juntos, nominado al Globo de Oro a la mejor comedia de 2009, galardonado en la entrega de los Independent Spirit Awards y reconocido también por la prestigiosa National Board of Review norteamericana. Sin duda es preferible rescatar esta cinta del videoclub y pasar de largo ante el enésimo ejemplo de mediocridad humorística que es Los pingüinos del señor Popper.

viernes, 22 de julio de 2011

HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE: PARTE II (Harry Potter and the Deathly Hallows: Part II)



Si bien la llegada de secuelas cinematográficas a la gran pantalla era una circunstancia que venía siendo habitual desde hacía muchos años, en este concreto 2011 estamos asistiendo, no ya a un predominio generalizado de este tipo de estrenos sino, en realidad, a un casi monopolio de partes sucesivas en las carteleras. Yo, a título particular, vinculo esta realidad a tres aspectos fundamentales: la falta de originalidad de ideas por parte de los creadores, el predominio en la industria de su vertiente mercantilista sobre la artística y, por último, la manifiesta carencia de capacidad de los productores para arriesgar, lo que les aboca a repetir fórmulas que han funcionado muy bien en taquilla. No obstante, este análisis debe ser matizado cuando se trata de adaptaciones literarias, donde es obvio que no se puede hablar de ausencia de imaginación en los guionistas. Pero, por contra, asistimos a otro fenómeno no menos pintoresco caracterizado por subdividir cada nueva entrega en diversos largometrajes. No solo es el caso de la última aventura de Harry Potter, cuyo séptimo título se ha convertido además en octavo, sino que se repetirá con el próximo estreno de la saga Crepúsculo -en concreto el correspondiente a la novela “Amanecer”- que se traducirá en imágenes por medio de dos cintas que llegarán a las salas de proyección durante el presente y el próximo año.
Dicho esto, y pese a lo criticable que me resulta esta invasión generalizada de secuelas fruto de la resistencia a renunciar a un éxito asegurado, es cierto que, por lo que se refiere a la saga del joven mago, es justo destacar la enorme calidad de una producción en la que, tanto la dirección artística como la banda sonora y los efectos visuales y sonoros brillan de un modo más que evidente. Desde su debut hace una década con un film claramente infantil hasta el punto y final con este último proyecto más juvenil y evolucionado que bordea incluso el género de terror, las ocho entregas han mantenido un nivel alto que, además de arrasar en venta de entradas, les ha hecho merecedoras del beneplácito de la crítica. Por esa razón encabezan el grupo de cintas más taquilleras de todos los tiempos.
Termina por fin la lucha entablada entre Potter y Lord Voldemort y lo hace con el protagonismo de los mismos jóvenes actores que han saltado a la fama gracias a estos papeles y los veteranos y prestigiosos intérpretes que les acompañan, desde Ralph Fiennes a Alan Rickman, pasando por Gary Oldman o Emma Thompson, entre otros muchos. Aunque sea de obligada visión para sus incondicionales, ha llegado la hora de que el séptimo arte descanse de un personaje cuyos títulos a buen seguro merecerá la pena que vuelvan a ser vistos en el futuro.

viernes, 15 de julio de 2011

CARS 2



Parece ser que Pixar, actualmente la mejor productora cinematográfica dentro del género de animación, ha terminado por sucumbir a esta moda generalizada en el sector de rodar secuelas en las que las razones económicas priman sobre las artísticas, a pesar de que está demostrado que la inmensa mayoría de las continuaciones pierden calidad respecto del original. Y eso que la factoría creada por el genial John Lasseter se ha mantenido hasta la fecha al margen de esta práctica habitual, dado que cada uno de sus títulos era genuino y en nada se parecía a sus predecesores. De hecho, cuando se atrevieron a estrenar las nuevas aventuras de Toy Story, demostraron que se podía recurrir a idénticos personajes para protagonizar nuevos guiones que mejoraban en cuanto a su calidad y que sólo merecían alabanzas. Por eso, Pixar cuenta en su haber con una importante colección de estatuillas de Hollywood en la categoría de mejor largometraje de animación y se ha ganado sin discusión el respeto de la crítica y del público por encumbrar el universo de los dibujos animados a cotas hasta entonces insospechadas.
Pero incluso las mejores empresas no se libran de sufrir un bajón y Cars 2 es un claro ejemplo de esta circunstancia, convirtiéndose por el momento en el peor producto de la factoría. Ello no significa que estemos ante una mala película sino que, comparada con sus antecesoras, no desprende la magia que se le presuponía. En todo caso, debe ser muy duro competir con cintas como Up, Monstruos S.A. o la saga completa de Toy Story, cuyos listones se sitúan a una altura tan elevada. Aquí se aprecia en exceso el intento algo forzado de llevar otra vez a la gran pantalla las figuras de Rayo McQueen y sus amigos con el único fin de repetir un éxito más o menos seguro, en vez de realizar una apuesta arriesgada y novedosa por sorprender, entretener y emocionar a los espectadores. Porque solo si se posee un espíritu creativo y libre es posible embarcarse en una superproducción de ciento setenta y cinco millones de presupuesto protagonizada por un anciano casi impedido que decide trasladar su casa con la ayuda exclusiva de unos enormes globos de colores. O porque solo si se es valiente y arriesgado se vuelve a invertir otro dineral para narrar las aventuras y desventuras de un robot pequeño y oxidado que no habla bien. Sin embargo, cuando uno peca de cómodo, se expone a tirar por la borda un éxito como el de Cars estirando una historia que probablemente no daba para más.
No obstante, esta segunda parte –de la que es de justicia resaltar su gran acabado técnico- no deja de ser una opción válida para llevar a los más pequeños a las salas de proyección, aunque el espíritu que ha sido la marca de la casa se ha diluido en esta ocasión. Continúan los mismos personajes y lo que, en principio, se presenta como una nueva competición deportiva a su servicio deriva posteriormente en una parodia de los filmes de espías. Resulta sorprendente este cambio de estilo ya que a sus responsables les iba francamente bien cuando nadaban a contracorriente, reventando las taquillas y con los críticos más prestigiosos a sus pies. Por lo que a mí respecta, espero que este giro no se consolide.

domingo, 10 de julio de 2011

SOLO UNA NOCHE (Last night)



Massy Tadjedin debuta en la dirección con Solo una noche puesto que, hasta la fecha, esta cineasta norteamericana de origen iraní se había dedicado a la redacción de algunos guiones y a la producción de filmes como el inclasificable The Jacket protagonizado por Adrien Brody o Leo, con la pareja formada por Joseph Fiennes y Elisabeth Shue al frente del reparto. En el año 2010 decide probar suerte detrás de la cámara por medio de una cinta que, pese a su aparente sencillez, esconde una complejidad superior de la que aparenta. Se trata de un drama sobre los recelos en las relaciones sentimentales y sobre las dudas ante posibles infidelidades. Así, Solo una noche se construye sobre los diálogos de sus personajes y, por esa razón, resulta muy teatral, puesto que la mayor parte de las escenas se desarrollan en recintos cerrados donde las conversaciones constituyen el punto fuerte de la narración.
Cuenta la historia de un matrimonio joven, Joanna y Michael Reed, que, debido a un viaje de negocios del marido, se ven obligados a pasar separados una noche. Entonces comienza a germinar en ambos la sospecha sobre los verdaderos sentimientos del otro, a la par que son conscientes de que también ellos son partícipes de relaciones paralelas incompatibles con la fidelidad y la clase de amor que exigen a su media naranja. De modo que asistimos a una especie de partida de ajedrez en la que los cónyuges se lanzan medias verdades, ocultan hechos y disfrazan situaciones para evitar que su compañero conozca la verdad y confirme sus recelos. Al mismo tiempo, se sirven de llamadas con el fin de averiguar si el otro miembro del matrimonio actúa del mismo modo que ella y él. La última escena, en la que ambos se abrazan y se declaran su amor mientras, con la mirada, el esposo analiza los zapatos de fiesta que, tirados por el suelo, contradicen la versión de su esposa al confesarle que no había salido la noche anterior, es fiel reflejo del contenido general de la película.
Tadjedin realiza una filmación correcta, aunque su ritmo pausado le impide destacar como debiera. Es probable que tan sólo guste a los amantes de los dramas intimista que rebuscan en la profundo de la personalidad de los individuos pero es justo reconocer que, sin ser un producto brillante, entretiene al espectador. Ahora bien, para quienes prefieren historias amenas, ágiles, divertidas y que no requieran un esfuerzo para interpretar los gestos y las palabras de los personajes no es la mejor opción.
Uno de los grandes alicientes es, sin duda, los actores que integran el equipo artístico. La actriz Keira Knightley ha destacado por sus interpretaciones en Love Actually, Expiación, Orgullo y prejuicio, La duquesa o, más recientemente, Nunca me abandones. Sam Worthington ha saltado a la fama gracias a algunis ejemplos de cine de acción como Terminator Salvation, Avatar o Furia de titanes. Ambos interpretan al matrimonio protagonista. A sus aventuras extramatrimoniales les ponen cara Eva Mendes y Guillaume Canet y tanto unos como otros desempeñan sus papeles de modo destacable.

viernes, 8 de julio de 2011

WIN WIN (Ganamos todos)



El norteamericano Thomas McCarthy cuenta con una amplia carrera en el mundo de la interpretación y, aunque ha participado en películas tan conocidas como Conspiración junto a Mel Gibson, Los padres de ella con Robert de Niro o Syriana, Buenas noches y buena suerte y Michael Clayton, en compañía de George Clooney, lo cierto es que sus papeles pueden ser calificados como secundarios y reducidos a pocos fotogramas, de tal manera que no le han permitido ser conocido por el gran público. Pero, aunque con los números en la mano su faceta de actor sea sin duda la más habitual en su carrera profesional, la verdad es que se trata de un artista muy prolífico que también produce, dirige y escribe, hasta el punto de que fue nominado al Oscar por su guión de Up, la deliciosa película de animación de la factoría Pixar cuya primera escena se puede calificar como una de las más emotivas y conmovedoras de los últimos años.
En 2003 debutó como realizador con la cinta The Station Agent que, al ser estrenada en España con el título Vidas cruzadas, generó la lógica confusión con el largometraje homónimo del veterano Robert Altman. Film muy destacado para ser una ópera prima, McCarthy se alzó con el BAFTA británico al mejor guión por este trabajo, además de varios galardones en los Independent Spirit Awards. Posteriormente rodó The Visitor y, aunque pasó tan desapercibida para los espectadores como su antecesora, la crítica la ensalzó y le otorgó numerosos reconocimientos, entre ellos una nominación al Oscar al mejor actor principal para Richard Jenkins. En ambos casos nos hallamos ante obras originales y emotivas en las que destaca la labor de unos actores que dan vida a personajes llenos de interés. Por todo ello, quien parecía un intérprete de segunda fila dio un salto cualitativo y comenzó a ganarse el respeto como cineasta.
En este momento llega a las pantallas su tercer proyecto que, como viene siendo habitual en él, se basa nuevamente en tramas sentimentales protagonizadas por individuos que, aunque puedan ser tildados de tipos corrientes, esconden en su interior un torbellino de problemas y de emociones plasmados con efectividad. Win Win cuenta la historia de un abogado de escaso éxito laboral que dedica su tiempo libre a entrenar a un equipo escolar de lucha libre. La aparición en su vida de un joven conflictivo va a provocar que todo su mundo se tambalee. Una película que contaría con todas las papeletas para ser resultar cursi, ejemplarizante y condenada a ser emitida en las sobremesas televisivas se convierte gracias al buen hacer de su director y sus actores en un título que, sin alcanzar la brillantez, merece la pena ser visto. La mezcla de buenos sentimientos, moraleja y final feliz con unos personajes que sufren, se equivocan, se arrepienten y se redimen termina siendo todo un acierto.
El entrañable Paul Giamatti se sitúa al frente del reparto. Excelente actor que ya fue nominado a una estatuilla de Hollywood a la mejor interpretación de reparto por Cinderella Man, fue asimismo el inolvidable protagonista de Entre copas, una de las comedias más frescas y divertidas de las últimas décadas.

domingo, 3 de julio de 2011

TRANSFORMERS 3: EL LADO OSCURO DE LA LUNA (Transformers: Dark of the Moon)



Las cifras que presentaron las anteriores entregas de Transformers no dejaban lugar a dudas. La primera costó ciento cincuenta millones y recaudó más de setecientos, mientras que la segunda contó con un presupuesto de doscientos e ingresó casi ochocientos cincuenta. Semejantes números auguraban que una tercera parte no tardaría en llegar, ya que su razón de ser es puramente económica. Obviamente, no se trata de una historia inacabada en busca de un final ni tampoco responde a un deseo de su director de expresar nuevas ideas o profundizar en los personajes. No existe nada de eso. En este caso, como en el de la mayoría de las secuelas de los grandes éxitos de taquilla, la finalidad no es otra que exprimir al máximo un rendimiento financiero y esta realidad no debe considerarse necesariamente negativa. En el ámbito de la economía de mercado nada hay tan lícito como hacer negocio de forma legal con la venta de un producto que el consumidor compra voluntariamente. Pero esta columna habla de cine, no de economía y, en ese sentido, la cinta no aporta nada nuevo. Ni siquiera mantiene el nivel de sus predecesoras. Se limita a explotar unos efectos especiales que ciertamente atraen a un gran número de espectadores que, en realidad, no acuden en masa a la sala con la pretensión de ver lo que se entiende por cine en sentido estricto. Más bien me inclino a que pretenden experimentar en el formato de pantalla grande las mismas sensaciones que les proporcionan en sus respectivos domicilios sus videojuegos favoritos ya que, en una inmensa mayoría, lucen en sus dedos las marcas del triángulo, el círculo, el cuadrado y la cruz del mando de la Play Station.
De hecho, el largometraje tan solo es visible de un tirón si se le da el tratamiento de videojuego en el que asistimos exclusivamente a un torbellino de efectos visuales y de sonido o a un prodigio de ingeniería. Nada más. El realizador Michael Bay, un experto en grandes superproducciones como Armageddon o Pearl Harbor trata de apabullar al público con una concatenación de imágenes sorprendentes y una escenificación constante de grandilocuencias para esconder las carencias de una historia reiterativa, con personajes planos y carentes de interés cuyos diálogos son absurdos y que es un vehículo propagandístico para que su rentable merchandising posterior acreciente unos rendimientos ya considerables de por sí.
Y, puesto que lo fundamental es disimular la mediocridad del producto en venta, recurren a una supermodelo de la firma Victoria´s Secret para adornar unas escenas trepidantes que no den respiro al espectador, sobre todo para que no se pare a pensar en lo vacío del proyecto. La triste realidad es que el cine como séptimo arte sale perdiendo con este tipo de producciones, por más que los productores estén en su perfecto derecho de buscar la rentabilidad de estas sagas sin fin.