viernes, 10 de junio de 2011

¡QUÉ DILEMA! (The Dilemma)



La razón por la que terminé viendo esta película es casi tan dantesca como la misma película en sí. La avalancha de secuelas que se avecinan en las próximas semanas (las segundas partes de Kung Fu Panda, Resacón en Las Vegas y Cars, la tercera de Transformers y la segunda de la séptima entrega de Harry Potter) junto con las que he padecido hace poco (la cuarta de Piratas del Caribe o la quinta de Fast and the Furious) hicieron que me amotinase como los indignados que en estos días toman las plazas de muchas ciudades españolas y me negara en redondo a ver el enésimo largometraje de la saga de X-Men. Debería publicarse un libro similar al de Stéphane Hessel para que los espectadores pudiéramos desahogarnos también ante semejante falta de originalidad cinematográfica. Como si de un acto de rebeldía se tratara, me decanté por el estreno semanal que no derivaba de ningún título del pasado. Pero todo acto de indomabilidad tiene un precio, y en este caso fue el visionado de una cinta aburrida y vulgar.
Es increíble que Ron Howard, realizador de la brillante Una mente maravillosa, de la correcta Apollo XIII y de la emotiva Cinderella Man, pueda haberse sentido atraído por llevar a la gran pantalla una comedia como ésta, basada en una historia así de simplona y en un tipo de humor tan basto. Pero lo más sorprendente es que un film de estas características, sin inversión alguna en efectos especiales, grandes decorados ni diseño de vestuario haya costado la friolera de setenta millones de dólares, dilapidados en rodar una concatenación de escenas que intentan exprimir sin éxito los aspectos cómicos de las relaciones de pareja.
El actor protagonista, Vince Vaughn, sigue sumando a su currículum proyectos en los que interpreta personajes prácticamente idénticos y con muy similares resultados. Tras De boda en boda, Separados, Fred Claus: el hermano gamberro de Santa Claus o Todo incluido, sólo cabe concluir que este último papel no desentona en absoluto con el resto de su filmografía. Más extraño resulta que la gran actriz Jennifer Connelly (sensacional en Casa de arena y niebla, Diamante de sangre y la ya mencionada Una mente maravillosa, por la que ganó el Oscar a la mejor interpretación femenina) se haya embarcado en esta aventura. También desilusiona profundamente contemplar a la otrora musa de la generación X, Winona Ryder, la legendaria Mina del Drácula de Coppola, recordada asimismo por su participación en La edad de la inocencia de Martin Scorsese, deambulando por la cartelera y aceptando papeles secundarios o muy prescindibles.
¡Indignaos, aficionados al cine, porque el nivel de calidad, originalidad y brillantez escasea cada vez más! Pero tened cuidado con las películas que vais a ver en señal de protesta. Yo hubiese hecho mejor apostando por X-Men: Primera generación. Será una secuela o, en este caso, una precuela pero, por lo menos, la factura es impecable y entretiene a los amantes de la ciencia ficción.

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