viernes, 28 de enero de 2011

MÁS ALLA DE LA VIDA (Hereafter)



Clint Eastwood se está convirtiendo en uno de esos cineastas que se ha marcado el propósito de estrenar, al menos, una película al año. Normalmente, estos directores tan prolíficos, cuyo máximo representante es Woody Allen, acaban reflejando cierta decadencia, como si la alta productividad estuviera reñida con la calidad final del producto. Sin embargo, aunque Eastwood ha realizado filmes menores en las últimas décadas, su capacidad de rodar buenas cintas, cuando no obras maestras, con gran asiduidad, le convierte en el responsable de los títulos más meritorios. Sin perdón, Los puentes de Madison, Mystic River o Million Dollar Baby son buenas muestras de ello. Además, el artista californiano huye del encasillamiento de un género concreto, a pesar de que el duro personaje de “Harry el sucio” le persiga irremediablemente. Es capaz de pasearse por el drama, el thriller, el romance o la guerra con bastante solvencia. Si a lo anterior se añade que, a sus facetas cinematográficas más reconocidas, se unen con brillantez las de productor y compositor de bandas sonoras, se debe concluir que nos hallamos ante uno de los realizadores más relevantes de la historia del séptimo arte.
Ahora nos presenta un largometraje de difícil clasificación, a medio camino entre lo dramático y lo místico, entre lo sobrenatural y lo real. Para este fin se sirve de un sobresaliente equipo de profesionales que van desde Steven Spielberg en la producción ejecutiva hasta Peter Morgan en el guión, de modo que la seguridad de que el resultado final será impecable está fuera de toda duda. Pero lo más relevante de Más allá de la vida es la enorme habilidad de su director para mostrar a individuos derrotados, hundidos, solos, y, posteriormente, desarrollar su historia sobre un torrente de sentimientos muy auténticos. La cinta narra de forma magistral la conexión entre un vidente abrumado por sus propios poderes y dos personas que han sufrido impactantes experiencias cercanas a la muerte. Pese a un metraje que supera las dos horas, el interés alcanza un altísimo nivel gracias a las magníficas interpretaciones de todos y cada uno de los integrantes del reparto. Es absolutamente recomendable para los espectadores que disfrutan con tramas intensas basadas en las relaciones personales y contadas con sensibilidad, pero que tampoco renuncian a una realización impecable. La espectacularidad de los efectos especiales de su primera escena, donde se recrea la tragedia de devastador tsunami que tuvo lugar hace algunos años en una playa indonesia, es de tal corrección técnica que apabulla al público desde el primer momento.
El elenco artístico está encabezado por el actor Matt Damon, posiblemente el intérprete más solvente de su generación, capaz de dar vida de forma perfecta a un agente secreto en la mejor saga de cine de acción de los últimos tiempos -la trilogía de Jason Bourne- y, al mismo tiempo, demostrar su calidad en El talento de Mr. Ripley, Syriana o El buen pastor. Posee un imprescindible don para su profesión, el de transmitir veracidad y versatilidad a los personajes. Le acompañan la francesa Cécile de France, que aborda aquí su primer papel de envergadura y Bryce Dallas Howard, hija del cineasta Ron Howard, a quien que ya hemos podido ver en Spiderman 3 y, a las órdenes del peculiar M. Night Shyamalan, en El bosque y La joven del agua.

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