viernes, 15 de octubre de 2010

WALL STREET: EL DINERO NUNCA DUERME


Durante la década de los ochenta y buena parte de los noventa, el realizador Oliver Stone irrumpió en la industria del cine como si de un agitador de conciencias se tratase. Ha reflejado los temas considerados más delicados y sensibles para el público estadounidense, plasmando en imágenes buena parte de su cultura y su modo de vida. En la mayoría de estas incursiones su buen hacer y su calidad sólo merecieron elogios. Sucedió con su particular visión de la guerra del Vietnam en Platoon, Nacido el cuatro de julio y El cielo y la tierra, el mundo financiero en Wall Street, el asesinato del presidente Kennedy en J.F.K. Caso abierto o el escándalo Watergate en Nixon. Se atrevió incluso con una recreación de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en World Trade Center. Pero no ha sido únicamente la esfera política la que ha centrado la carrera de este neoyorkino, sino también otros aspectos que le han marcado personalmente y que, además, forman parte de las señas de identidad de su pueblo, como el fútbol americano en Un domingo cualquiera o el biopic The Doors, uno de sus grupos rockeros emblemáticos de los años sesenta y setenta.
Es cierto que las mejores obras se concentran en su etapa inicial, coincidiendo con el rodaje de la magnífica J.F.K. Caso abierto. Durante ese periodo los reconocimientos a su talento son innumerables, destacando tres Oscar de Hollywood de un total de once nominaciones (dos como mejor director y uno como mejor guionista) cinco Globos de Oro de otras ocho nominaciones y dos premios en el Festival de Berlín. Posteriormente, manifestó una cierta decadencia filmográfica, simultánea a un repentino interés por el género documental, que le impulsó a rodar algunos sobre polémicos mandatarios iberoamericanos como el cubano Fidel Castro y el venezolano Hugo Chávez. Ahora presenta de forma sorpresiva la segunda parte de uno de sus largometrajes más emblemáticos –Wall Street-, por cuyo papel protagonista Michael Douglas obtuvo en 1988 el Oscar al mejor actor principal. En esta nueva historia el personaje de Gordon Gekko, que acaba de salir de la cárcel, conoce a un joven agente de bolsa que se le presenta como la pareja sentimental de su hija y aunque, en un principio, pretendía disfrutar de su recién recuperada libertad alejado del mundo de los negocios, cambia de idea cuando piensa que el muchacho puede servirle para retomar la inexistente relación con su hija. Gekko, pues, regresa al corazón financiero de la Gran Manzana con ambiciones renovadas.
Como viene siendo habitual en toda su trayectoria profesional, la corrección formal de la producción es buena y la puesta en escena recuerda al mejor Oliver Stone pero la verdad es que no logra rebasar aquella marca alcanzada en el año 1991 se fijó y que separa sus grandes títulos de otros posteriores que, simplemente, no están a la misma altura. Wall Street: el dinero nunca duerme logra entretener a ratos y consigue que el espectador que en su día vio la primera parte conserve el interés por el personaje y su ambiente, que tan bien logró transmitir veinte años atrás. Pero al final de la proyección la cinta pasará a engrosar la lista de las segundas partes incapaces de igualar el techo de sus predecesoras y que hacen cuestionarse los motivos de retomar una serie de historias perfectamente acabadas.
Junto a un correcto Michael Douglas figuran en el reparto la joven Carey Mulligan, recientemente nominada a la estatuilla a la mejor actriz principal por la interesante An Education y Shia LaBeouf, que ya ha demostrado sus limitadas posibilidades en las dos entregas de Transformers y en el último film de la saga de Indiana Jones –Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal-. Como secundarios de lujo completan el equipo artístico Susan Sarandon y Frank Langella.

1 comentario:

MYRIAM dijo...

Enhorabuena por tu maravilloso blog. Tiene un diseño atractivo y las críticas que publicas son lo mejor de la prensa tinerfeña. Sigue así.