viernes, 16 de julio de 2010

SHREK: FELICES PARA SIEMPRE

La cartelera cinematográfica lleva ya varios meses sin ofrecer estrenos realmente relevantes y, lo que es peor, una vez analizada la oferta prevista para los próximos meses, el panorama es bastante desolador. Cada vez es más frecuente que un elevado número de títulos que llegan a la pantalla grande sean readaptaciones de éxitos del pasado o nuevas versiones de filmes que en su momento despertaron el interés de un porcentaje muy numeroso de espectadores. Esta realidad, que no tiene por qué tacharse de negativa en sí misma, empeora cuando se generaliza y conduce inevitablemente a crear una sensación de falta de ideas nacidas de las mentes de los profesionales que supuestamente dominan los engranajes de la industria del séptimo arte. Así, la próxima semana están previstas las exhibiciones de la revisión del popular clásico de terror Pesadilla en Elm Street y de la tercera parte de Toy Story y, siete días después, la de la publicitada adaptación de la famosa serie de televisión El equipo A. Ya en el mes de agosto será el nuevo Karate Kid quien desembarque en las taquillas de todo el mundo. En este último caso, lo que pudiera venderse como un homenaje a los éxitos anteriores de la década de los ochenta o, a lo sumo, como una posible vía para finalizar aventuras que quedaron inacabadas, parece esconder por desgracia una falta de originalidad y una total incapacidad de asumir los riesgos propios de los proyectos novedosos, insistiendo en apostar por fórmulas que ya funcionaron años atrás. En mi opinión, el mejor homenaje que pueden recibir estos proyectos rodados hace casi treinta años (en el hipotético supuesto de que lo merecieran) pasaría por no readaptarlos y limitarse a conservar el producto original.
Sólo en este contexto se puede concebir Shrek: Felices para siempre, última entrega de una saga de dibujos animados que en 2001 sorprendió muy agradablemente gracias a la simpatía de su personaje protagonista, sus diálogos hilarantes y su novedosa forma de entender el género de animación, muy diferente a la realizada hasta esa fecha. De hecho, obtuvo el Oscar al mejor film de su categoría y los grandes ingresos que generó, junto a los halagos cosechados por crítica y público, tuvieron como consecuencia que en 2004 y en 2007 se rodasen dos nuevas entregas, aunque sin la misma gracia y frescura de su predecesora. Dado que la técnica ha avanzado notablemente en el último lustro, la película adopta el formato 3D y tanto la informática como los efectos visuales favorecen que los rasgos de cada personaje reflejen los matices propios de un rostro humano convencional. Por lo tanto, la inversión para conseguir una extremada pulcritud de los aspectos técnicos del proyecto es innegable y es la excusa que justifica los ciento setenta millones de dólares de coste de producción. Lástima que la fórmula que ofrece esté tan gastada como un chicle que se estira hasta el límite, con independencia de que alguna escena provoque la sonrisa y hasta la risa.
El principal pecado de Shrek: Felices para siempre es su ausencia de originalidad y el miedo al fracaso económico que paraliza a sus productores y que condiciona irremediablemente su creatividad. Su director es Mike Mitchell, un habitual de comedias –Gigoló, Sobreviviendo a la Navidad-. Las voces de la versión original siguen siendo las mismas. Mike Myers es el ogro verde, Eddie Murphy, el burro, Antonio Banderas, el gato con botas y Cameron Díaz, la princesa. Esta actriz estrena esta misma semana la cinta Noche y día, cuyo rodaje a las órdenes de James Mangold y en compañía de Tom Cruise se desarrolló en algunas ciudades españolas como Sevilla y Cádiz.

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