lunes, 21 de junio de 2010

EL RETRATO DE DORIAN GRAY

La figura del escritor británico Oscar Wilde siempre ha interesado al séptimo arte. En 1997 se estrenó una película biográfica de este polémico autor irlandés precisamente bajo el título de Wilde. La cinta, en la que el actor Stephen Fry daba vida al novelista junto a intérpretes tan relevantes como Jude Law o Vanessa Redgrave, era la enésima muestra del extraordinario nivel artístico de los profesionales del Reino Unido y constituía una recreación más que correcta, no sólo de la época en la que se desarrollaba sino de la historia en sí. Además, su famosa obra “El retrato de Dorian Gray” ha sido adaptada a la pantalla grande en diversas ocasiones. En el año 1945 el realizador norteamericano Albert Lewin rodó una versión bastante mediocre del célebre relato y en 1970 el italiano Massimo Dallamano hizo lo propio. Incluso en los años veinte y treinta existen adaptaciones previas de este clásico de la literatura, a medio camino entre la fantasía y el terror. También en el medio televisivo existen miniseries y producciones de distinto formato sobre las vicisitudes de Gray que evidencian lo atrayente de su figura.
El encargado de esta última versión es el director londinense Oliver Parker, quien comenzó como actor de cintas de terror en la década de los ochenta, entre ellas Hellraiser y su secuela, pero que, sorprendentemente, cambió de estilo cuando decidió colocarse detrás de la cámara. Su ópera prima como realizador fue Othelo, adaptación de la obra de William Shakespeare cuyo interesante trío protagonista estaba compuesto por Irene Jacob, Kenneth Branagh y Laurence Fishburne. En 1999 dirigió Un marido ideal, otra adaptación de un relato de Oscar Wilde interpretada en aquella ocasión por Rupert Everett y Cate Blanchett. Y repitió con el mismo escritor en la revisión de La importancia de llamarse Ernesto, confirmando que la relación de Parker con los grandes escritores anglosajones en general y con Oscar Wilde en particular se puede considerar estrecha.
La trama narra cómo un joven Dorian Gray regresa a Londres y se introduce en una espiral de fiestas y excesos donde el placer se alza como único fin en un ambiente de exaltación de la juventud y la belleza. A pesar de ese desenfreno físico y moral el protagonista nunca envejece sino que se mantiene permanentemente sano y apuesto. Será un retrato que le regalaron el que irá reflejando paulatinamente su degeneración como ser humano. El largometraje cuenta con una buena ambientación, aunque a mitad de la proyección se contagia del mismo vacío que transmite la vida del joven. Más interesantes resultan la parte inicial y, sobre todo la final, más intensa y contundente. Habida cuenta que en esta época del año la calidad de los estrenos es bastante limitada, El retrato de Dorian Gray es una digna opción para pasar por taquilla. Ben Barnes, al que vimos en una de las entregas de Las crónicas de Narnia y en Stardust, es el protagonista. Le acompañan el siempre impecable Colin Firth, recientemente nominado al Oscar por su trabajo en Un hombre soltero y en cuya filmografía sobresalen títulos tan destacados como Love Actually, La joven de la perla, Shakespeare enamorado o El paciente inglés, Rachel Hurd-Wood, que participó en el Peter Pan de P.J. Hogan y Rebeca Hall (Frost/Nixon), que junto a Scarlett Johansson y Javier Bardem formaba el triángulo sentimental de Vicky Cristina Barcelona, film de Woody Allen que proporcionó a Penélope Cruz su estatuilla de Hollywood a la mejor actriz secundaria.

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