viernes, 31 de diciembre de 2010

AHORA LOS PADRES SON ELLOS (Little Fockers)


Las Navidades son la época más propicia para esos cinematográficos que tienden a exprimir al máximo unas dosis de benevolencia que no se dan en otros momentos del año. En estas fiestas somos capaces de ver algunas películas cuyas cuotas de sensiblería serían insoportables, por ejemplo, en verano, máxime cuando sus propias tramas se basan en los clásicos encuentros familiares asociados a la Navidad. Sólo en este contexto cabe entender el éxito de la saga que Ben Stiller inició hace ya una década y que se compone de Los padres de ella, Los padres de él y Ahora los padres son ellos, conjunto de títulos que recuerdan a otros no menos horrorosos en lo que a secuelas se refiere, comoMira quién habla también y Mira quién habla ahora de John Travoltao, en el género de terror, el muy parodiado Sé lo que hicisteis el último verano.
Es innegable que la cinta que dio origen a esta trilogía tenía escenas graciosas que hacían que, en general, se viera con cierto agrado, pero tampoco se puede negar que las dos películas que la siguieron han supuesto una nueva prueba de como el empeño por estirar un éxito más allá de lo razonable deriva, en un alto porcentaje de las veces, en unos resultados que terminan en la caricatura más chusca o en la mediocridad de la reiteración de gags manidos. En Ahora los padres son ellos nuevamente destaca la capacidad cómica de Ben Stiller y, como ocurriera con las anteriores, existen determinados momentos que sí logran buenos sketches humorísticos. El problema es que, pese a que cada vez el metraje es menor (hemos pasado de las casi dos horas de las dos primeras a apenas hora y media en esta última) es más evidente que lo digno de mencionar y visionar escasea.
Para evitar estos defectos los productores pensaron, ya desde la segunda parte, el introducir lo que se suele denominar como “secundarios de lujo”, para fomentar el reclamo de los espectadores con indudable efectividad. Como ocurriera en la década de los setenta con muchas películas de las que se llamaron “del género de catástrofes” en las que el reparto estaba repleto de nombres con una larga y meritoria carrera que,ya en el ocaso, se dedicaban a adornar los títulos de crédito de las producciones más ambiciosas. Solo así se puede explicar qué hace BarbraStreisand, con notabilísimas aportaciones como directora y actriz en el musical y en el drama, en esta comedia.
Pero lo cierto es que la fórmula, al final, parece agradar el público y, en el primer fin de semana, ya se ha aupado al primer puesto de la taquilla norteamericana y de buena parte del mundo. Por todo ello, dentro de algunas navidades es posible que estrenen Ahora los abuelos son ellos, y nos continúen llegando las aventuras de esta pintoresca familia, pese a que la historia quedó agotada ya con la primera entrega. Y es que, aunque se haya cambiado de director (Paul Weitz toma el testigo a JayRoach) y se continuen añadiendo nombres de estrellas al cartel (ahora se ha unido, por ejemplo, la joven Jessica Alba) siempre será mejor recuperar los pases televisivos de la primera película que acudir al cine a ver la tercera parte

lunes, 27 de diciembre de 2010

RECAUDACIONES MUNDIALES DEL AÑO 2010

TITULO ORIGINAL RECAUDACIÓN MUNDIAL
(En millones de dólares)

1 Toy Story 3 $1,063.1
2 Alice in Wonderland $1,024.3
3 Harry Potter and the Deathly... $ 831.2
4 Inception $ 825.4
5 Shrek Forever After $ 739.8
6 The Twilight Saga: Eclipse $ 693.5
7 Iron Man 2 $ 621.8
8 Despicable Me $ 540.2
9 How to Train Your Dragon $ 494.9
10 Clash of the Titans $ 493.2
11 The Karate Kid $ 358.7
12 Prince of Persia: The Sands of Time $ 335.2
13 The Last Airbender $ 318.9
14 Robin Hood $ 318.1
15 Shutter Island $ 294.8
16 Resident Evil: Afterlife $ 294.1
17 Salt $ 293.5
18 Sex and the City 2 $ 288.3
19 The Expendables $ 274.5
20 Grown Ups $ 271.0

jueves, 23 de diciembre de 2010

TRON: LEGACY


En el año 1982 se estrenó Tron, una película de ciencia ficción que alcanzó una notable repercusión mediática y cierto reconocimiento artístico. Con un presupuesto de diecisiete millones de dólares de los de hace treinta años, logró recaudar más de treinta tan sólo en el mercado norteamericano. Además, en una época en la que los efectos especiales comenzaban a despuntar, obtuvo varias nominaciones a los Oscar y a los BAFTA en apartados técnicos como los de mejor sonido o mejores efectos visuales. Ahora, tres décadas más tarde, llega a las pantallas la continuación de la historia. Un entonces joven Jeff Bridges, que interpretó el papel protagonista en la primera entrega, es ahora un maduro padre de familia que cede ese protagonismo a su hijo.
Al igual que su predecesor, el film se adentra en un mundo virtual de peligrosos videojuegos, manteniendo esa constante durante toda la proyección. Por lo tanto, parece evidente que sólo los aficionados a este tipo de entretenimiento se interesarán por una trama que, vista sin la pasión del jugador habitual, se torna infantiloide y descabellada, a pesar de la pretensión de alejar la película del público más infantil a base de acción y de situaciones de tensión límite. Los responsables de la producción aspiran a que el tiempo transcurrido que separa a ambas entregas quede reflejado de forma patente a la hora de comparar la calidad de los efectos especiales y de las técnicas digitales utilizadas. Desde ese punto de vista, es obvio que la versión actual desborda en capacidad y contundencia a su antecesora. El espectáculo visual apabulla a un público que encuentra en la oscuridad de la sala un potente entretenimiento de luz y sonido. Sin embargo, quien desee buenos diálogos, personajes interesantes y bien construidos, narración rigurosa o recreación de escenas memorables, probablemente abandonará su asiento con la sensación de que ni el colorido, ni la luminosidad, ni el sonido contundente, ni siquiera la concatenación de escenas de acción, consiguen ocultar que nos hallamos ante un producto claramente menor que trata de esconder sus evidentes carencias proyectándose en tres dimensiones o justificándose en la muy superior corrección formal que separa a ambos títulos. Es cierto que puede servir para que, quienes rebasen los cuarenta años, sientan nostalgia de la edad que tenían cuando fueron a ver Tron aquel 1982 ya tan lejano. Ahora bien, habiendo disfrutado en este 2010 que finaliza de auténticas joyas de la ciencia ficción y la acción como Origen (cinta que acaba de recibir tres nominaciones a los Globos de Oro, entre ellas las de mejor película y mejor director), Tron:Legacy queda relegada al lugar donde habitualmente reposan la mayoría de las segundas partes: el destinado a las obras prescindibles.
Ni siquiera sus buenos números en la taquilla norteamericana el fin de semana pasado (obtuvo cuarenta y tres millones de euros y se aupó al primer puesto de la recaudación) le aseguran un relevante éxito comercial. Los aproximadamente doscientos millones de dólares de presupuesto invertidos en la realización del largometraje implican, no sólo que se deba esperar para valorar su posible rentabilidad, sino que incluso sea preciso cuestionarse si esas claras mejoras en los apartados técnicos con respecto a la primera entrega deben servir como suficiente argumento comparativo teniendo en cuenta su elevada inversión económica.

viernes, 17 de diciembre de 2010

TODAS LAS CANCIONES HABLAN DE MI


Todas las canciones hablan de mí supone el debut en la dirección de Jonás Trueba, cuyo apellido, al menos durante un tiempo, hará que se le reconozca más por ser hijo de Fernando Trueba, ganador del Oscar por Belle Époque, que por su propio trabajo. De todas formas, el joven ya había intervenido como guionista en varias películas, destacando el corto Cero en conducta y los largometrajes Más pena que gloria, Vete de mí y El baile de la victoria. Parece evidente que este realizador novel ha crecido en el ambiente cinematográfico como una constante en su vida y, para iniciarse en la dirección, se ha decantado por un proyecto publicitado como comedia romántica, calificación discutible por ambos conceptos si se tiene en cuenta que se adentra claramente en los terrenos del drama y del desamor. Los diálogos realmente graciosos son escasos y las escenas de pareja que desbordan melancolía y dolor hacen que, como ocurrió con el estreno de Bon appétit, debamos ser muy flexibles con la terminología para aceptar su encaje en el citado género de comedia romántica.
Es obvio que, en los tiempos que corren, embarcarse en la aventura del séptimo arte y más en sus inicios, es una tarea muy difícil y plena de dificultades. Y, puesto que el resultado final es digno, merece el debido reconocimiento aunque sólo sea por la parte de valentía que le corresponde. El film es correcto aunque no llega a ser brillante. Probablemente, el objetivo de rodar una película sobre la base de un personaje y construir toda la trama sobre los cimientos de los diálogos era muy elevado. Para ello se requiere un guión muy sólido y un protagonista muy interesante, premisas que se dan únicamente a ratos y, además, de forma intermitente. A lo largo de la proyección se detectan grieta por las que se cuela cierto aburrimiento y se atisba una falta de habilidad narrativa. Es más. Ni siquiera las canciones elegidas, tan relevantes para la historia, son muy adecuadas. En conclusión, hemos de conformarnos con los pequeños destellos de genialidad de algunas escenas que sí resultan originales y con determinadas interpretaciones que sí reflejan intensidad y emoción, aunque en dosis muy limitadas y difuminadas durante una hora y cuarenta y cinco minutos. Ahora bien, teniendo en cuenta tanto la escasez y como la mediocridad del resto de estrenos del pasado fin de semana, Todas las canciones hablan de mí es, sin duda, la mejor opción que ha llegado a nuestras salas.
El papel principal recae en Oriol Vila, al que hemos visto en El séptimo día, Salvador (Puig Antich) y Pájaros de papel. La actriz Bárbara Lennie, que participó en Las 13 rosas y Obaba, aunque deba su actual popularidad a la serie de televisión Amar en tiempos revueltos le da una réplica correcta. El productor de la cinta es el exitoso y afamado productor Gerardo Herrero, responsable de las magistrales El hijo de la novia y El secreto de sus ojos. Posee igualmente una larga trayectoria como realizador, con títulos como Territorio comanche o Malena es un nombre de tango.

viernes, 10 de diciembre de 2010

BIUTIFUL


Alejandro González Iñárritu ha logrado hacerse un hueco entre el escaso y selecto grupo de cineastas imprescindibles del actual panorama artístico. Sin llegar a ser un director adorado por las masas, ha obtenido importantes éxitos de taquilla (Babel recaudó en todo el mundo más de ciento treinta millones de dólares) y, desde luego, ha encandilado a las asociaciones de críticos y triunfado en aquellos certámenes donde se entregan los galardones más prestigiosos. Asimismo ha recibido dos nominaciones a los Oscar como director y como productor, ha ganado un BAFTA británico y cuatro premios en el festival de Cannes, entre otros muchos. Es un realizador que borda el drama de forma magistral y lo lleva hasta el extremo, colocando a sus personajes en situaciones límite y recreando sentimientos como la angustia, la soledad, la desesperación y el fracaso con una crudeza que convierte sus muy recomendables proyectos en aptos exclusivamente para quienes no se arruguen ante la tragedia y el dolor. Su forma de narrar es pausada en el ritmo, compensado con creces gracias a la profunda intensidad de los diálogos y las escenas que recrea. Obviamente el cine de González Iñárritu no está indicado para aquellos que pretendan diversión o evasión. Bien al contrario, el estilo del mejicano engancha al espectador en su butaca y lo introduce de sopetón en un mundo lleno de sinsabores y desgracias difícil de olvidar al abandonar la sala de proyección. Ahí radica su originalidad, en que sus filmes no te dejan indiferente, como si nada hubiera pasado.
Quien haya visto Amores perros o, sobre todo, 21 gramos y Babel, sabrá perfectamente de qué estoy hablando. Acompañado por el extraordinario guionista Guillermo Arriaga, su amigo personal hasta que las profundas desavenencias surgidas durante el rodaje de Babel truncaron una relación profesional sólida hasta ese momento, ha conseguido que brillantes estrellas de Hollywood como Sean Penn, Naomi Watts, Benicio del Toro, Brad Pitt o Cate Blanchett lograran interpretaciones magistrales a través de unos personajes que tienen en la derrota su común denominador. Ahora presenta Biutiful, su peor película hasta la fecha, y cuyo título, lejos de ser un error de transcripción, encuentra su explicación a lo largo de la narración. En esta ocasión, Iñárritu no ha calculado bien las dosis de dramatismo que inyecta a este trabajo altamente indigesto. Cada espectador tendrá presumiblemente un nivel de resistencia a la amargura. El mío quedó saturado tras la primera hora de proyección, cuando todavía quedaba más de la mitad del metraje para su conclusión. Enfermedad terminal, inmigrantes africanos deportados, familias separadas, chinos esclavizados en condiciones infrahumanas, prostitución, alcoholismo, niños maltratados, suciedad, muerte, desesperación, pobreza… No hay ni una pequeña tregua. Sus anteriores largometrajes también alcanzaban altísimas cotas de tristeza pero, al menos, las alternaba con pequeñas concesiones a la emoción, a la esperanza, incluso en ocasiones al romanticismo, de modo que las sobredosis de depresión se soportaban mejor. Pero Biutiful, salvo para quienes necesiten abrir sus ojos a un mundo que tienen frente a sí clamando atención y justicia (algo que también se puede conseguir viendo un telediario o un documental), provoca tal nudo en el estómago que el público ya no puede asumir más dolor. A partir de ese instante, la historia ya no transmite y es como esa agua que rebosa, incapaz de permanecer dentro del vaso.
La mejor de la película es, por supuesto, Javier Bardem, Palma de Oro en el último festival de Cannes por su recreación de Uxbal. Integran un reparto muy bien escogido las actrices Maricel Álvarez y Ana Wagener y los sobresalientes Eduard Fernández y Rubén Ochandiano, que protagoniza el mejor diálogo de la cinta dando vida a un policía corrupto.

viernes, 3 de diciembre de 2010

SKYLINE


Los hermanos Colin y Greg Strause cuentan con una larga trayectoria en la industria del cine como técnicos de efectos visuales. Han participado en películas de éxito tan conocidas como Avatar, Titanic, El día de mañana o la segunda parte de Iron Man. Por lo tanto, sus habilidades en esta labor tan específica son indiscutibles. Sin embargo, en el año 2007 se decidieron a dar el salto a la dirección, faceta mucho más compleja y creativa que requiere, no sólo de cualificación técnica, sino de capacidad artística para la narración y la plasmación visual. Su debut como realizadores fue Aliens vs Predator 2 y, si ya fue evidente lo prescindible del rodaje de la primera entrega, esta segunda ahondó más si cabe en los misteriosos enigmas sin resolver de los porqués de determinadas secuelas cinematográficas. Ahora presentan Skyline, que servirá a lo sumo para poder debatir sobre cuál de sus dos largometrajes es hasta ahora el peor. Si para rodar una cinta son imprescindibles una historia interesante y cierta capacidad de traducirla con calidad al lenguaje visual, aquí no encontramos ni una cosa ni la otra.
Skyline cuenta por enésima vez una invasión extraterrestre y el posterior intento alienígena de acabar con la Humanidad mientras un reducido número de supervivientes trata de resistirse a tal exterminio. No es sólo que la trama haya sido llevada a la gran pantalla hasta la saciedad y que, por lo tanto, resulte repetitiva y nada original. Ni tan siquiera es que los efectos especiales carezcan de espectacularidad. Lo peor de todo es que se introduce de lleno en el terreno de lo ridículo. Actualmente, en este género sólo caben dos vías para evitar un fracaso estrepitoso. Una es que la acción sea desbordante y descanse sobre unos personajes creíbles y sobre un guión ágil. La otra, que apueste abiertamente por la comedia y aspire a que al público acepte con humor los desmadres visuales que suelen proponerle. En el largometraje que nos ocupa, los Strause se han decantado por la peor opción. Han renunciado al guión brillante y original, a los personajes interesantes y al humor inteligente. Han renunciado, en suma, a dirigir un buen trabajo y únicamente han recurrido a algunas guapas con bikinis o tops ajustados, a algunos musculosos empapados en sudor y a una concatenación de huidas y enfrentamientos más bien chuscos para atraer a los espectadores. Si no fuera porque el nivel de los filmes que se emiten en las sobremesas televisivas es actualmente tan bajo, no sería apta ni para su exhibición en ese horario en que el sopor de la digestión invita a dormitar en el sillón. La parte positiva es su duración (inferior a una hora y media) y su presupuesto (apenas diez millones de dólares), por lo que sus exiguos resultados en taquilla no han supuesto debacle económica alguna.
El protagonista principal es Eric Balfour, a quien hemos visto en nuestro país en las series 24 y A dos metros bajo tierra. En cine ha participado en En qué piensan las mujeres y En sus zapatos, aunque en papeles secundarios. Entre las féminas destacan Scottie Thompson -que figura en el reparto de Navy, investigación criminal-, Brittany Daniel –ya olvidada por sus intervenciones en Dos rubias de pelo en pecho o Pequeño pero matón- y, por último, Crystal Reed –que asume su primer personaje para la pantalla grande-.

viernes, 26 de noviembre de 2010

HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE


El fenómeno “Harry Potter” trasciende a la industria cinematográfica. Desde el punto de vista literario es uno de los éxitos más contundentes de las últimas décadas y, en la gran pantalla, los más de cinco mil cuatrocientos millones de dólares recaudados por sus seis primeras entregas la hacen merecedora de ser considerada como la saga más taquillera de la historia del cine. Todas esas cintas figuran en la lista de los treinta largometrajes que más dinero han recaudado por la venta directa de entradas. Semejantes números reflejan a todas luces que las historias del joven mago y sus amigos gustan mucho al público de todo el planeta. Si ya un éxito de esa magnitud es difícil de lograr, concatenar seis seguidos en apenas nueve años es algo que, sencillamente, sólo ha conseguido el personaje salido de la mente de la escritora británica J.K. Rowling.
La adaptación de su séptima novela se ha dividido en dos partes para proceder a su adaptación cinematográfica, estrenándose ahora la primera y estando prevista la segunda para el próximo año. Cada una de las entregas mantiene una calidad de realización técnica impecable. No es menos cierto que, a medida que se estrenaba una nueva aventura, el nivel de originalidad descendía y, por lo tanto, la capacidad del espectador para sorprenderse y verse impactado menguaba pero, en comparación, la intensidad narrativa y las dosis de acción y misterio aumentaban. El niño que protagonizó en 2001 el inicio de estas adaptaciones literarias es ahora un joven y la evolución de su personaje influye en el modo de contar la historia. El tono infantil y de cuento mágico de Harry Potter y la piedra filosofal se ha diluido en favor de tramas más oscuras y siniestras que se han apoderado del estilo de la saga desde hace algunas entregas. Por esa razón, la calificación de autorizada para todos los públicos se ha transformado en no recomendada para menores de trece años.
En Las reliquias de la muerte, Harry, Ron y Hermione se deciden a acabar con el malvado lord Voldemort, pero lo hacen solos, sin la ayuda de sus profesores del centro Hogwarts ni del maestro Dumbledore y, además de los peligros del mundo de la magia oscura, tendrán que lidiar con los roces y problemas que surgen entre los tres amigos. El film es, ante todo, un espectáculo visual en el que su director, David Yates, responsable de las dos anteriores entregas (y de la segunda parte de esta séptima), mantiene el mismo tono sombrío. Es verdad que es imprescindible ser muy fan de Potter para, tras tantas películas en tan poco tiempo, seguir mostrando interés por una historia que se torna un poco enrevesada, dicho lo cual, las pruebas indican que, efectivamente, lo que le sobran al joven mago son seguidores.
El elenco artístico se mantiene y, junto al juvenil trío protagonista, podemos encontrar en papeles secundarios a un irreconocible Ralph Fiennes (El paciente inglés, El lector, El jardinero fiel), a la cada vez más estrambótica Helena Bonham Carter (protagonista de buena parte de la filmografía de su compañero sentimental Tim Burton además de las recomendables El club de la lucha o Las alas de la paloma) o Alan Rickman, camaleónico actor británico que ha participado en títulos tan dispares como Jungla de cristal o Love Actually. Conviene destacar la banda sonora de Alexandre Desplat aunque, por más que pasen los años y se sucedan las entregas, la tema central de Harry Potter se identifica inevitablemente con el que compuso el maestro por excelencia John Williams que, aunque ya esté retirado, sigue ostentando el record de ser el hombre vivo con más nominaciones a los Oscar.

viernes, 19 de noviembre de 2010

BON APPÈTIT


El festival de cine español de Málaga se está convirtiendo en una de las mejores plataformas para que los jóvenes cineastas que comienzan puedan dar a conocer sus trabajos y que éstos tengan una salida más favorable al mercado cinematográfico y, desde el año 1998, otorga sus premios a través de la denominada “Biznaga de Oro”. El otro lado de la cama o Azuloscurocasinegro son ejemplos de cintas galardonadas en pasadas ediciones. Y este año, si bien el premio a la mejor película recayó en Rabia, del ecuatoriano Sebastián Cordero, una de las más reconocidas fue Bon appétit, que se hizo con los premios del jurado, mejor guión, actor principal y una mención especial a la mejor actriz. Seguramente todos estos reconocimientos han servido para que su carrera comercial se dispare de forma sustancial y goce de una difusión de la que, en otras circunstancias, carecería.
Su director, David Pinillos, que debuta en el largometraje con esta interesante propuesta, sin que ello signifique que sea un desconocido para la industria del cine. Le avala una larga trayectoria como editor (lo que en España se conoce como montador), habiendo sido nominado al Goya en esta categoría por Gordos, aunque su labor destaca en otros títulos como Salir pitando o El juego de la verdad. Ya en el año 2007 se puso detrás de la cámara para rodar el cortometraje Dolly y es ahora cuando presenta su primer proyecto como realizador. Bon appétit lleva como ilustrativo subtítulo “Historias de amigos que se besan” y cuenta la historia de una pareja que, si bien se presenta como de amigos, alberga unos sentimientos y un modo de expresarlos que traspasan manifiestamente la frontera de la amistad para introducirse en el ámbito de una relación sentimental al uso. La cinta se adentra en esos terrenos pantanosos en los que se extienden las equívocas fronteras que separan la amistad del amor, y no sólo por lo que pudiera implicar de engaño a la pareja que se podría denominar “oficial”, sino por el nivel de “autoengaño” que para sus protagonistas llevan aparejados esos ambiguos sentimientos. Por esta razón, resulta sorprendente que, tanto su tráiler como buena parte de su publicidad se refiera a Bon appétit como una comedia romántica. En todo caso, nos hallaríamos ante un drama romántico que no tiene nada de comedia.
Se trata de una buena película que agradará mucho a quienes gusten de las narraciones lentas y de las historias basadas en los diálogos de los personajes. Bonita y sensible, alcanza sus mejores momentos cuando la pareja coincide en pantalla, en las escenas en las que habla por teléfono, pasea o está junta. Sin embargo, cuando ellos no están presentes, la falta de ritmo se hace notar con mayor contundencia y resulta más patente el tono excesivamente pausado del metraje.
El actor protagonista es el español Unax Ugalde, a quien hemos podido ver en algunas series televisivas como Periodistas o Cuéntame cómo pasó. En cine destacó en Héctor (por cuya interpretación recibió una nominación al Goya), Alatrist, Che,el argentino y El amor en los tiempos del cólera. Por su parte, Nora Tschirner, actriz alemana apenas conocida, ha demostrado su extraordinaria valía gracias a este papel, siendo posiblemente lo mejor de toda la película. Completa el elenco, aunque en un segundo plano, el protagonista de la premiada La vida de los otros, Herbert Knaup.

viernes, 12 de noviembre de 2010

CAZA A LA ESPÍA


Las películas de acción se pueden clasificar básicamente en dos tipos: las que tienden a compaginar la trama con la comedia y las que prescinden de esa posibilidad para centrarse en los aspectos dramáticos, potenciando así la intensidad de la historia. Según se opte por una u otra vía, el resultado es muy diferente. La mayoría de los largometrajes de este género protagonizados por el actor Will Smith, desde Dos policías rebeldes a Men in Black o la propia Independence Day son ejemplos del primer grupo y sólo se pueden digerir por estar condimentados como comedias. Con independencia de una mayor o menor dosis de acción, su metraje está salpicado constantemente de chistes y situaciones cómicas. Por el contrario, la saga Bourne, compuesta por tres cintas magistrales en las que el protagonista no sonríe en ninguna toma, ni va de gracioso mientras lucha cuerpo a cuerpo o dispara a discreción, formaría parte del segundo grupo. Dejando a un lado las preferencias del público por cada una de estas propuestas, lo cierto es que los productos resultantes no tienen nada que ver y lo normal es que un realizador especializado en este tipo de cine se centre en uno de los dos modelos, siendo inusual encontrar a alguno que logre tener éxito en ambos formatos. Doug Liman es uno de esos directores y de él se puede afirmar que ha triunfado en ambos subgéneros cinematográficos. Responsable precisamente de El caso Bourne, origen de la célebre trilogía, y de Sr. y Sra. Smith, el proyecto que unió profesional y sentimentalmente a Brad Pitt y a Angelina Jolie, es un todoterreno que tan pronto produce una comedia independiente como Besando a Jessica Stein como dirige películas de acción, se coloca detrás de las cámaras para rodar episodios de una serie de televisión como O.C., ejerce de director de fotografía o, incluso, trabaja como actor. Dicho esto, es sin duda su dedicación al cine de acción la que le ha reportado fama mundial y con la que ha obtenido sus mejores resultados económicos.
En Caza a la espía se enfrenta a la adaptación a la gran pantalla de una historia real centrada en un matrimonio formado por una agente de la CIA y un diplomático. En cierto momento, la identidad de la mujer se filtra a los medios de comunicación como castigo por el mal comportamiento de su marido, poco obediente a las órdenes que le llegan desde los centros norteamericanos del poder. Sin alcanzar el nivel de El caso Bourne, Liman consigue, gracias a su reconocida habilidad para manejar la intriga, el objetivo prioritario de entretener. Si el espectador aficionado es capaz de obviar la horrorosa traducción al español del título original -Fair Game- no saldrá defraudado, aunque es improbable que mencione esta película entre sus preferencias. En definitiva, el resultado final es digno pero no aporta ni brillantez, ni originalidad ni escenas especialmente memorables. Su listón con Bourne se situaba a una altura lo suficientemente elevada para no poder superarlo con facilidad.
La pareja protagonista la integran los siempre eficaces Naomi Watts y Sean Penn, quienes ya habían trabajado juntos en el excepcional y contundente drama 21 gramos, por cuyo papel ella recibió una nominación al Oscar a la mejor actriz principal. Esta australiana de origen británico es una intérprete llena de talento y versatilidad. Sus participaciones en El velo pintado, Promesas del este o Madres e hijas son claras muestras de su buen hacer. Por su parte, Sean Penn ya luce en sus vitrinas dos premios de la Academia de Hollywood por sus actuaciones en Mi nombre es Harvey Milk y Mystic River y también ha asumido el reto de la dirección cinematográfica en dos ocasiones con las originales e interesantes Hacia rutas salvajes y Extraño vínculo de sangre.

viernes, 5 de noviembre de 2010

THE TOWN: CIUDAD DE LADRONES


Ben Affleck es de ese tipo de actores que proyecta una imagen personal radicalmente contraria a la que debería transmitir en su faceta profesional. Durante su relación sentimental con la actriz y cantante de origen puertorriqueño Jennifer López participó en varios proyectos claramente prescindibles, circunstancia que unida a su aspecto un tanto macarra, no ha resultado de gran ayuda para el desarrollo de su carrera artística. Sin embargo, si se analiza el conjunto de su filmografía, se debe concluir que nos hallamos ante un cineasta que vale la pena tener en cuenta. En su labor como guionista, obtuvo, en colaboración con su íntimo amigo y magnífico actor Matt Damon, un Oscar y un Globo de Oro gracias a la cinta El indomable Will Hunting. Como realizador detrás de la cámara fue el responsable de la interesante Adiós, pequeña, adiós, película premiada por la National Board of Review y por las Asociaciones de Críticos de Chicago, Boston y Austin. Ahora asume la dirección de The Town: ciudad de ladrones, con la que una vez más ha logrado una acogida más que notable tanto por parte de la crítica especializada como por el público a quien va dirigida. En el fin de semana de su estreno se colocó en el número uno de la taquilla estadounidense y, hasta el momento, ha recaudado cerca de noventa millones de dólares en Norteamérica, un éxito de rentabilidad para una producción que costó apenas cuarenta millones. Es cierto que, como intérprete, su trayectoria puede calificarse de errática y, de hecho, su actuación en este último largometraje avala que el punto débil del californiano es sin duda el interpretativo. En la actualidad está rodando a las órdenes del extraño director Terrence Malick un film en el que comparte cartel con Javier Bardem, Rachel Weisz y Rachel McAdams. Tal vez en esta ocasión consiga finalmente despuntar en un terreno que se le resiste.
The Town: Ciudad de ladrones es un thriller intenso en el que se cuenta una historia sustentada sobre los tres pilares que forman la directora de una sucursal bancaria, un experto atracador y el policía encargado de seguir la pista del delincuente. La acción, salpicada por unas dosis de intriga más que aceptables, gira de modo interesante y entretenido alrededor de este triángulo. No obstante, su principal lastre es que refleja una temática que ya ha sido tratada repetidas veces en otros muchos largometrajes de indudable calidad, dejando al descubierto su peligrosa tendencia a la reiteración e, incluso, a la copia. Determinadas escenas recuerdan inevitablemente a títulos como Copland, Heat o Le llaman Bodhi, por citar sólo algunas muestras del género. Además, su montaje resulta algo tramposo y peca de jugar con el espectador. Affleck se recrea en la narración pausada de numerosas escenas y se centra en las relaciones establecidas entre los personajes, señas particulares de identidad que ya mostrase en la citada Adiós, pequeña, adiós. A medida que avanza la proyección la trama gana en intensidad, con lo que los aficionados a este tipo de género cinematográfico no se sentirán defraudados y abandonarán la sala de proyección con un buen sabor de boca. En definitiva, una apuesta que, sin llegar a entusiasmar, agradará a los amantes de los thrillers policíacos.
Junto a Ben Affleck, completan el reparto Rebecca Hall, a quien hemos visto en Vicky, Cristina Barcelona o El desafío: Frost contra Nixon y Jeremy Renner, uno de los protagonistas de la aclamada En tierra hostil y de 28 semanas después. Los secundarios de lujo Pete Postlethwaite – Origen, El jardinero fiel, En el nombre del padre- y Chris Cooper -El caso Bourne, Seabiscuit, Syriana- dan muestras de su inmenso talento y versatilidad. Por último, la joven actriz Blake Lively, que alcanzó cierta repercusión por su intervención en la serie televisiva Gossip Girl interpreta un papel secundario.

viernes, 29 de octubre de 2010

LOS SEDUCTORES


La cinematografía gala puede presumir de contar con una de las cuotas de pantalla más elevadas del continente europeo. Es cierto que en el país vecino el dominio de la industria norteamericana es claro y rotundo pero no es extraño encontrar cada año algunos filmes de producción propia que compiten en cuanto a número de espectadores con las grandes producciones que llegan del otro lado del Atlántico. A lo anterior hay que añadir que, por lo que se refiere a la comedia, Francia ha cosechado notables éxitos, cuando no unánimes alabanzas. Películas como La cena de los idiotas o la muy recomendable Amélie gozaron de tal repercusión y predicamento que traspasaron no sólo sus propias fronteras sino también las europeas. De hecho, el largometraje Los seductores ha logrado este año superar los cuatro millones de espectadores y ahora inicia la conquista del resto de mercados del viejo continente.
Su director es Pascal Chaumeil, que asume aquí su primer trabajo como realizador aunque durante muchos años ha sido el ayudante de dirección de Luc Besson en títulos como Juana de Arco, El quinto elemento y Leon: el profesional. Posee una amplia trayectoria en el medio televisivo y con esta ópera prima ha conseguido irrumpir con fuerza en la gran pantalla. La cinta narra la historia de dos hermanos que se dedican profesionalmente a romper parejas, sin importar el país ni la dificultad del encargo. Cumplen su cometido a la perfección y para ello observan únicamente dos reglas básicas: no separar parejas estables y no enamorarse de ningún cliente. Uno de los trabajos que les ha sido encomendado les coloca ante la tesitura de romper sus propias reglas, generando de este modo una trama ágil y divertida. Buena parte del metraje está concebida como comedia en estado puro para, posteriormente y hasta el desenlace, derivar hacia la comedia romántica. En ambas vertientes del género consigue sus objetivos resultando agradable y entretenida pero, a medida que avanza la proyección, gana en intensidad e interés para el público. La acción de Los seductores transcurre en Mónaco prácticamente en su totalidad, sirviendo sus lujosos escenarios como telón de fondo a la pareja protagonista. Ambos intérpretes desempeñan una meritoria labor artística y sacan adelante tanto las escenas humorísticas como las románticas con brillantez. Sin ser una gran obra, desde luego no defraudará a los incondicionales de este tipo de cine. Especialmente divertidas resultan las referencias a los números de baile de Dirty Dancing, musical preferido de la mujer y que el seductor deberá aprender para intentar conquistarla.
La bella actriz y cantante Vanessa Paradis brilla con luz propia dentro del reparto. Actualmente se le conoce más por ser la esposa del popular actor Johnny Depp que por su trayectoria profesional pero la verdad es que lleva no pocos años obteniendo un considerable éxito discográfico y cinematográfico, si bien su eco en este último apartado no ha traspasado fronteras del modo deseable. Ganó con dieciocho años un premio César (el equivalente al Goya español) a la mejor actriz y ese mismo nivel de precocidad lo manifestó en su carrera musical cuando, con apenas catorce años, alcanzó una fama espectacular con la canción Joe le taxi. Su compañero masculino, Romain Duris, es menos conocido, a pesar de haber estado nominado en tres ocasiones a los citados premios César. Su cinta más premiada ha sido De latir, mi corazón se ha parado, cuya repercusión en España fue nula. Les acompaña el británico Andrew Lincoln, uno de los numerosos intérpretes de la muy entrañable Love Actually.

viernes, 22 de octubre de 2010

LA RED SOCIAL


A lo largo de la historia del cine, cada una de las décadas que la conforman suele vincularse al surgimiento de determinados realizadores que, a posteriori, influirán decisivamente en la evolución del séptimo arte, constituyendo un referente del mismo en los años sucesivos. Así, cualquier reseña sobre la industria cinematográfica de los setenta debe mencionar a indiscutibles maestros como Steven Spielberg, Francis Ford Coppola o Martin Scorsese, todos ellos directores consagrados actualmente y que, en su momento, compartieron inicios difíciles e inciertos. En los noventa debutó David Fincher probablemente de la peor forma posible, con la realización de Alien 3, cinta destinada a ser olvidada y relegada a un segundo plano, como la práctica totalidad de las terceras partes. A pesar de estas consideraciones previas, el resultado final fue más digno de lo que de entrada podía presagiarse y ya en 1995 dio el salto de calidad definitivo con Seven, auténtica joya del thriller que, por su estética, ritmo e intensidad narrativa, consiguió la revitalización de un género estancado desde hacía tiempo. Pero si existen algunas características que definen las propuestas de este cineasta norteamericano son su originalidad, su rigor a la hora de plasmar la historia en imágenes y su facilidad innata para mantener en tensión al espectador. Es imposible pensar en otro profesional más apropiado para abordar un proyecto tan extraño como El club de la lucha o llevar a cabo un ejercicio de intriga y acción desarrollado íntegramente entre cuatro paredes como La habitación del pánico. A mi juicio, su mejor trabajo hasta la fecha ha sido la excepcional Zodiac, aunque el reconocimiento definitivo en festivales y academias de cine le haya llegado gracias a la igualmente muy recomendable El curioso caso de Benjamin Button. Con estos antecedentes, no es de extrañar que todo nuevo film de Fincher conlleve una notable expectación.
La red social traslada a la pantalla grande una historia basada en hechos reales y centrada en el nacimiento del fenómeno informático Facebook. Se trata de una de esas tramas que, aunque inicialmente invita a la incredulidad, demuestra que, en ocasiones, la realidad supera a la ficción. Un joven estudiante de Harvard, en compañía de varios amigos de la Universidad, diseña un sistema de comunicación interpersonal a través de la red que, en un breve espacio de tiempo, se ha convertido en el más importante a nivel mundial, alcanzando a más de quinientos millones de usuarios. Mark Zuckerberg lanzó esta idea con tan sólo diecinueve años y actualmente, con veintiséis, figura en la lista de la revista Forbes de las mayores fortunas del planeta con un patrimonio que asciende a más de cuatro mil millones de dólares. El guión del largometraje corre a cargo de uno de los mejores escritores actuales, Aaron Sorkin, responsable de la serie televisiva El ala oeste de la Casa Blanca y de, entre otros, los filmes Algunos hombres buenos o La guerra de Charlie Wilson.
Esta película se alza por segunda semana consecutiva con el número uno de la taquilla norteamericana, habiendo ingresado en ese periodo todo el dinero invertido en su rodaje. Cinematográficamente hablando, es otra prueba más del buen hacer de David Fincher, que sigue sabiendo contar historias y plasmarlas en imágenes, y que logra conectar con el público a base de ritmo e intensidad narrativa. Cinta interesante y entretenida, reafirma a uno de los mejores directores contemporáneos que, con el paso de los años, obtendrá el mismo reconocimiento de aquéllos que irrumpieron de forma novedosa en el panorama cinematográfico internacional y cuyo talento hoy nadie discute. Por eso mismo, porque le sobra talento, conviene estar atentos a su próxima obra, que con el título provisional de The Girl with the Dragon Tattoo, se estrenará el próximo 2011.

viernes, 15 de octubre de 2010

WALL STREET: EL DINERO NUNCA DUERME


Durante la década de los ochenta y buena parte de los noventa, el realizador Oliver Stone irrumpió en la industria del cine como si de un agitador de conciencias se tratase. Ha reflejado los temas considerados más delicados y sensibles para el público estadounidense, plasmando en imágenes buena parte de su cultura y su modo de vida. En la mayoría de estas incursiones su buen hacer y su calidad sólo merecieron elogios. Sucedió con su particular visión de la guerra del Vietnam en Platoon, Nacido el cuatro de julio y El cielo y la tierra, el mundo financiero en Wall Street, el asesinato del presidente Kennedy en J.F.K. Caso abierto o el escándalo Watergate en Nixon. Se atrevió incluso con una recreación de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en World Trade Center. Pero no ha sido únicamente la esfera política la que ha centrado la carrera de este neoyorkino, sino también otros aspectos que le han marcado personalmente y que, además, forman parte de las señas de identidad de su pueblo, como el fútbol americano en Un domingo cualquiera o el biopic The Doors, uno de sus grupos rockeros emblemáticos de los años sesenta y setenta.
Es cierto que las mejores obras se concentran en su etapa inicial, coincidiendo con el rodaje de la magnífica J.F.K. Caso abierto. Durante ese periodo los reconocimientos a su talento son innumerables, destacando tres Oscar de Hollywood de un total de once nominaciones (dos como mejor director y uno como mejor guionista) cinco Globos de Oro de otras ocho nominaciones y dos premios en el Festival de Berlín. Posteriormente, manifestó una cierta decadencia filmográfica, simultánea a un repentino interés por el género documental, que le impulsó a rodar algunos sobre polémicos mandatarios iberoamericanos como el cubano Fidel Castro y el venezolano Hugo Chávez. Ahora presenta de forma sorpresiva la segunda parte de uno de sus largometrajes más emblemáticos –Wall Street-, por cuyo papel protagonista Michael Douglas obtuvo en 1988 el Oscar al mejor actor principal. En esta nueva historia el personaje de Gordon Gekko, que acaba de salir de la cárcel, conoce a un joven agente de bolsa que se le presenta como la pareja sentimental de su hija y aunque, en un principio, pretendía disfrutar de su recién recuperada libertad alejado del mundo de los negocios, cambia de idea cuando piensa que el muchacho puede servirle para retomar la inexistente relación con su hija. Gekko, pues, regresa al corazón financiero de la Gran Manzana con ambiciones renovadas.
Como viene siendo habitual en toda su trayectoria profesional, la corrección formal de la producción es buena y la puesta en escena recuerda al mejor Oliver Stone pero la verdad es que no logra rebasar aquella marca alcanzada en el año 1991 se fijó y que separa sus grandes títulos de otros posteriores que, simplemente, no están a la misma altura. Wall Street: el dinero nunca duerme logra entretener a ratos y consigue que el espectador que en su día vio la primera parte conserve el interés por el personaje y su ambiente, que tan bien logró transmitir veinte años atrás. Pero al final de la proyección la cinta pasará a engrosar la lista de las segundas partes incapaces de igualar el techo de sus predecesoras y que hacen cuestionarse los motivos de retomar una serie de historias perfectamente acabadas.
Junto a un correcto Michael Douglas figuran en el reparto la joven Carey Mulligan, recientemente nominada a la estatuilla a la mejor actriz principal por la interesante An Education y Shia LaBeouf, que ya ha demostrado sus limitadas posibilidades en las dos entregas de Transformers y en el último film de la saga de Indiana Jones –Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal-. Como secundarios de lujo completan el equipo artístico Susan Sarandon y Frank Langella.

viernes, 8 de octubre de 2010

MACHETE


El realizador norteamericano de origen latino Robert Rodríguez se ha caracterizado siempre por rodar un tipo de cine de gran violencia, con unos personajes muy estereotipados y una estética visual rayana en la vulgaridad. Desde que en 1992 estrenase su opera prima El mariachi, se ha mantenido fiel a su estilo, excepción hecha de las tres entregas de la saga de Spy Kids, un producto destinado claramente al público infantil con el que suavizó notablemente su forma de narrar las historias. Paradójicamente, este trío de largometrajes ha supuesto su mayor éxito de taquilla hasta el momento, alcanzando cada uno de ellos los cien millones de dólares de recaudación a nivel mundial y, en el caso del primero y del tercero, tan sólo en el mercado estadounidense. Sin embargo, parece evidente que los seguidores de la trayectoria de Rodríguez le reconocen más en las escenas de Desperado, una especie de versión yanqui de su primera película y protagonizada por Antonio Banderas, o en cualquiera de sus múltiples colaboraciones con Quentin Tarantino, otro director especializado en rodajes desenfrenados aderezados con grandes dosis de violencia, en ocasiones con una maestría digna de elogio pero, y cada vez con mayor frecuencia, con una reiteración que llega a provocar cierto hastío.
El tándem Tarantino-Rodríguez se forjó en cintas como Four Rooms, Abierto hasta el amanecer o Grindhouse, experimento éste último de muy difícil clasificación y que no era más que la unión de los dos filmes que cada uno había estrenado por separado con los títulos Planet Terror y Death Proof. Y fue precisamente en esta aventura tan prescindible donde apareció por primera vez en la gran pantalla el personaje de Machete, a quien se dedica este actual proyecto en su integridad. La trama relata los avatares de un ex agente federal mejicano que, tras mantener un altercado con un capo de la droga, decide refugiarse en Texas con el ánimo de olvidar su pasado. Pero, muy a su pesar, se ve envuelto, además de en una red de corrupción, en el intento de asesinato de un senador, razón por la cual el protagonista, decidido a limpiar su honor, comienza una lucha que le irá enfrentando a una serie de personajes a cual más pintoresco. Pese a que el director pretende aparentar cierta relevancia en los temas tratados, como la política de inmigración de los Estados Unidos de América, la corrupción que se extiende por múltiples esferas o las lamentables condiciones de vida de los propios inmigrantes, lo cierto es que nos coloca ante una nueva (aunque no oficial) versión de El mariachi, personaje que, como ya ha quedado dicho, utilizó también en Desperado y, años más tarde, en Once Upon a Time in Mexico, estrenada en España con el sobrenombre de El mejicano. Machete es un compendio de numerosas escenas violentas unido a un ramillete de chicas guapas que se contonean sugerentemente, a una notable selección de armas blancas y de fuego y, sobre todo, a demasiados litros de sangre salpicando la sala de proyección. En definitiva, pocos alicientes por los que merezca la pena adquirir una entrada.
El casting es un desfile de nombres conocidos, en su mayoría actores que gozaron de gran éxito hace varias décadas y que cintas como ésta se encargan de rescatar del olvido. Don Johnson (el célebre policía Sonny Crocket de la mítica serie televisiva Corrupción en Miami) o Steven Seagal, un habitual del peor cine de acción que sirve de relleno a las programaciones semanales de las cadenas de televisión, constituyen dos buenos ejemplos. En el apartado femenino figuran Jessica Alba, Michelle Rodríguez y Lindsay Lohan. Para finalizar, una breve referencia a la intervención de Robert de Niro, que lleva varios años sumando películas fallidas a su filmografía como actor, si bien realizó un gran trabajo como director en la muy recomendable El buen pastor (2006).

viernes, 1 de octubre de 2010

COME, REZA, AMA


El joven guionista, director y productor norteamericano Ryan Murphy obtuvo cierta popularidad hace algunos años gracias a la conocida serie de televisión Nip/Tuck y posteriormente ha alcanzado un gran reconocimiento con la más reciente Glee, que le ha valido un premio Emmy a la mejor dirección en su última edición. Esta serie se alzó igualmente con el Globo de Oro en la categoría de comedia y/o musical. Ya en el formato de la gran pantalla, fue el realizador de una película titulada en España Recortes de mi vida, que pasó muy desapercibida no sólo en nuestro país sino también en el resto del mundo, pese a contar con un reparto formado por actores tan famosos como Gwyneth Paltrow, Alec Baldwin o Annette Bening. Ésta última fue nominada al prestigioso premio de la Asociación de la Prensa Extranjera en Hollywood merced a su interpretación de una poetisa casada con un alcohólico y madre bipolar que sueña con ser famosa pese a que ha publicado una sola línea en toda su vida. Ahora, de la mano de la productora de Brad Pitt “Plan B Entertainment”, estrena su segunda aventura cinematográfica adaptando la novela de Elizabeth Gilbert Come, reza, ama. A medio camino entre un libro de autoayuda, una guía de viajes y una autobiografía, se convirtió en un auténtico fenómeno de ventas en la esfera editorial y fue elegido por el todopoderoso New York Times como uno de los cien libros más relevantes de 2006. Su fama e influencia han ido en aumento a raíz de su conversión en largometraje.
Narra la historia de una mujer de entre treinta y cuarenta años que comienza a tener la sensación de que su vida no le llena plenamente, una realidad cada vez más frecuente en este mundo cuyo ritmo endemoniado impide a quienes lo habitan percibir el transcurso de su propia vida. Cuando la protagonista mira hacia atrás, recuerda a una joven llena de proyectos e inquietudes. Ahora, al percatarse de lo que verdaderamente ha conseguido, no puede más que vislumbrar con recelo un futuro muy distinto al que tenía planeado. Decidida a cambiar un rumbo, a su juicio, claramente equivocado, ser embarca en un viaje que le lleva a retomar el gusto por la vida de tres formas muy gratificantes: comiendo en Italia, rezando en la India y amando en Bali, como el propio título de la cinta nos indica. Con independencia de lo atractiva que pueda resultar al público una trama como ésta, de lo bello de los paisajes exóticos donde se desarrolla, de la correcta banda sonora o de las originales experiencias que devuelven a Liz Gilbert su capacidad de sentirse viva, lo cierto es que, desde un punto de vista estrictamente artístico, estamos ante un film irregular que no mantiene el mismo nivel a lo largo de su excesivo metraje. Los personajes no están bien retratados y esa primera parte de la proyección donde se intenta explicar el vacío existencial de la mujer se plasma en imágenes de forma caótica. También flaquea en sus aspectos dramáticos. No así en los cómicos, con varias escenas que invitan a la carcajada.
La actriz Julia Roberts interpreta el papel protagonista de Come, reza, ama. La reciente ganadora del premio Donostia a toda su carrera en el reciente Festival de Cine de San Sebastián se convirtió en estrella desde su participación en la comedia romántica Pretty Woman y año tras año ha ido alternando éxitos multimillonarios con otras producciones más modestas que, a mi juicio, le han proporcionado los mejores papeles de su carrera. Prefiero a la Anna de Closer o a la Joanne de La guerra de Charlie Wilson antes que a la Maggie de Novia a la fuga o a la Tess de Ocean´s Eleven. Junto a ella completan el elenco los actores Billy Crudup, James Franco y Javier Bardem.

EL AMERICANO


El holandés Anton Corbijn es un realizador estrechamente ligado al mundo de la música y la fotografía. Cuenta con una amplia y sólida trayectoria como artífice de videos musicales para grupos como U2, Depeche Mode o Metallica y para solistas como Bryan Adams. De hecho, para su debut en la pantalla grande eligió la biografía de Ian Curtis, líder del conjunto británico Joy Divisiion, quien se suicidó a los veintitrés años tras padecer una epilepsia unida a conductas depresivas y que dejó un legado musical muy particular. Aquel film, titulado Control, se estrenó en el año 2007, cosechando magníficas críticas que le ayudaron a conseguir el premio BAFTA de la Academia Británica de Cine al mejor guión. Además, fue nominado en las categorías de mejor película y mejor actriz –Samantha Morton-. También recibió otros galardones en certámenes cinematográficos como el Festival de Cannes. Corbijn demostró ser un director valiente, audaz y serio, cualidades que le abrieron las puertas de Hollywood, cuya industria le escogió para dirigir este thriller basado en una novela del escritor Martin Booth titulada “A Very Private Gentleman”.
Tras este proyecto se halla el siempre polifacético George Clooney. El popular actor, director y productor interpreta en esta ocasión al protagonista de la historia y asume la producción de la cinta, que finalmente se ha estrenado con el título de El americano. Refleja las andanzas de un asesino a sueldo que, después de un problemático último trabajo en Suecia, decide retirarse a un pequeño pueblo italiano donde entabla amistad con un sacerdote e inicia una relación sentimental con una joven. A pesar del giro radical que da en su faceta personal, recibe otro encargo profesional que provoca que su misión secreta como sicario afecte a esa vida tranquila y alejada de su pasado que anhelaba disfrutar. Aunque el argumento puede pecar de repetitivo, el guión y la puesta en escena son los suficientemente hábiles como para enganchar al espectador y proporcionarle, no sólo entretenimiento, sino un nivel de calidad digno de apreciar. Largometraje de narración pausada y alejado de los parámetros más convencionales del cine de acción que suelen acompañar a estos thrillers, su director otorga un verdadero protagonismo a los personajes y consigue dotar a la narración de un gran acierto visual, de modo que su fama como fotógrafo se ve claramente reflejada en su labor de cineasta.
Merece mención especial un George Clooney que no deja de acaparar argumentos para ser considerado uno de los más grandes del cine actual. A sus excelentes interpretaciones en películas sobresalientes como Up in the Air, Michael Clayton o Syriana (cuyo papel le valió el Oscar al mejor actor secundario) añade una habilidad especial cuando se coloca detrás de la cámara (como ya demostró de sobra en Buenas noches y buena suerte) y una valentía como productor que le ha servido para sacar adelante determinados proyectos interesantes aunque minoritarios (caso de El soplón de Steven Soderbergh). Cuando desempeña esta faceta suele contar con presupuestos relativamente bajos para el cine estadounidense y los veinte millones de dólares que costó El americano (y que, por cierto, se recuperaron en su primer fin de semana como número uno de taquilla) dan fe de ello. Unido a su gran presencia escénica, Clooney posee un enorme talento tanto para la comedia como para el drama y el thriller. La bella italiana Violante Placido, hija del actor Michele Placido y que también ha probado artísticamente como modelo y cantante, se encarga del rol femenino de la película.

lunes, 20 de septiembre de 2010

ADÈLE Y EL MISTERIO DE LA MOMIA


El realizador francés Luc Besson es uno de los cineastas más interesantes del actual cine europeo. Compagina con notable acierto las facetas de director, productor y guionista, tratando de no encasillarse excesivamente en ningún género cinematográfico concreto. Aunque se le asocia fundamentalmente al cine de acción ha evolucionado de modo significativo hacia producciones orientadas al público infantil, alejándose por ese motivo de de aquellos espectadores que, en sus inicios, descubrieron a un realizador original, brillante e imaginativo al frente de historias poco convencionales cuyos personajes resultaban sumamente innovadores. Sus primeros largometrajes son, sin duda, lo mejor de una filmografía que presenta cierta decadencia en los últimos años. Con la recomendable e inclasificable El gran azul encandiló a un público numeroso. Nikita logró todavía una repercusión superior, mientras que Leon: El profesional, protagonizada por Jean Reno y una jovencísima y magistral Natalie Portman, se alza como su mejor obra. Con estos tres títulos rodados en apenas seis años, el parisino se postuló como un referente del séptimo arte gracias a la indiscutible calidad de su obra y a unas señas personales e intransferibles entre las que destacan la acción desenfrenada, el humor mordaz y un modelo de filmación desenfadada e irreverente asociada a una puesta en escena rebosante de imaginación.
La aventura de El quinto elemento en compañía de Bruce Willis supuso un cambio de registro en su carrera profesional. Tras una versión casi mística del personaje de Juana de Arco, se decantó por la temática infantil filmando tres cintas de animación de una saga iniciada con Arthur y los Minimoys y que continúa ahora con la adaptación de un comic muy popular en el país vecino titulado Adèle y el misterio de la momia. Film de aventuras y humor, claramente menor en comparación con el mejor Besson, mantiene innegablemente parte del sello que le aupó a la fama. La realización es muy correcta y, aunque está especialmente recomendado a los más pequeños, ofrece en algunas de sus escenas retazos de esa originalidad desproporcionada y casi insolente de la que, por fortuna, el director galo no termina de desprenderse.
Se trata de una propuesta mucho más interesante que la del resto de heroínas que últimamente inundan las pantallas. Ni la Alice de quien fuera musa del propio Besson -Milla Jovovich- en la cuarta entrega de la adaptación del videojuego Resident Evil, ni la oficial de la CIA interpretada por Angelina Jolie en Salt, superan a esta Adèle a la que da vida la actriz Louise Bourgoin. En definitiva, el peor Besson se sitúa por encima de la media de sus compañeros de profesión, razón por la que siempre vale la pena darle una oportunidad y rezar para que recupere lo antes posible la genialidad de sus primeros trabajos. En esa constante búsqueda, el próximo proyecto de este cineasta visionario es la producción de la adaptación cinematográfica de una novela de deliciosa lectura que ha sido un auténtico best seller tanto en Francia como en España titulada La mecánica del corazón. El largometraje, en el que el propio escritor del libro y cantante del grupo musical Dionisios Mathias Malzieu participará como guionista, promete ser, si logra captar la magia de esa narración literaria, uno de los estrenos imprescindibles del próximo 2011.

lunes, 13 de septiembre de 2010

UN PEQUEÑO CAMBIO


El de la comedia romántica es uno de los géneros al que con más afán recurren las grandes productoras cuando realizan año tras año sus apuestas cinematográficas, aunque suele reportarles unos resultados discretos tanto en ingresos de taquilla como en calidad del producto final. Algunos títulos como Pretty Woman o Algo para recordar pueden considerarse verdaderas excepciones dentro de este tipo de cintas si se tiene en cuenta su elevada recaudación. Si, además, se mide estrictamente el nivel cualitativo, aún resulta más infrecuente hallar productos convincentes. Por cada joya, como el film francés Amélie, figuran decenas de subproductos repetitivos y mediocres. La explicación se encuentra en la dificultad de compaginar con elegancia y brillantez dos géneros (la comedia y el romance) que observan unos parámetros muy distintos. El humor no siempre engarza adecuadamente con la esencia propia de unas historias de amor que, por regla general, salen victoriosas en la batalla de conseguir el favor del público. Sirva como ejemplo Love Actually, uno de los mejores títulos de referencia. Cuando pregunto a alguna persona por su escena preferida siempre se inclina por una de las más sentimentales pero nunca la elige entre las más graciosas (que las tiene y, por cierto, excelentes). Si a ello se añade que lo que a un espectador le conmueve y le emociona a otro puede parecerle hasta cursi, parece demostrado que pisamos un terreno donde la subjetividad es la que nos inclina a decidirnos por una u otra opción. En conclusión, rodar una buena comedia romántica que, además, resulte rentable, es muy difícil.
Por lo tanto, no es de extrañar que Un pequeño cambio se sume a la lista de largometrajes prescindibles. Es una alternativa para pasar hora y media en una sala de proyección y de, incluso, reírse con algunas de sus escenas pero, finalmente, no deja de ser una de esas cintas que termina por olvidarse y que ni siquiera aspira a ser adquirida en formato DVD. Con verla una vez es más que suficiente. La trama sentimental no reviste ningún interés, pudiendo ser tachada de mediocre. Resulta ligeramente más afortunada en el aspecto cómico e, incluso, en la recreación de determinados momentos dramáticos (que también los tiene). Cuenta la historia de una pareja que, bajo el disfraz de la profunda amistad que les une, esconde sus verdaderos sentimientos amorosos. La decisión de la chica, al no contar con una relación estable, de tener un hijo por inseminación artificial provoca el sufrimiento de ese simple amigo, que se ve envuelto en una serie de situaciones a la par cómicas y trágicas.
Publicitar Un pequeño cambio como una obra de los creadores de Juno y Pequeña Miss Sunshine no es más que una maniobra para atraer a un público potencial. Pese a que, efectivamente, varios de sus productores también participaron en los dos proyectos ya citados, no existe ninguna otra similitud a compartir. La pareja protagonista está formada por Jennifer Aniston, habitual del género y especialmente recordada por su mejor trabajo hasta la fecha (su papel en la magnífica serie televisiva Friends) y Jason Bateman (Up in the Air, Juno). Completan el reparto desempeñando papeles secundarios los actores Juliette Lewis y Jeff Goldblum. Ambos ocuparon en su día la primera línea interpretativa pero, en los últimos años y gracias a actuaciones como éstas, reflejan una decadencia de sus carreras profesionales bastante significativa.

CONOCERÁS AL HOMBRE DE TUS SUEÑOS


Desde el año 1982 Woody Allen sigue a rajatabla y con un ritmo frenético su pauta de rodar y estrenar una película al año. Incluso se podría retrotraer esa frecuencia creativa a 1977, cuando presentó la genial Annie Hall. La única excepción a esta particular regla tuvo lugar en 1981, año en el que no dirigió ni interpretó ninguna cinta pero que compensó seis años más tarde al recuperar su media aritmética con los rodajes de Días de radio y September. Allen representa al cómico norteamericano más clásico y cuenta con una legión de seguidores fieles que, pese a su veteranía, no dejan de acudir a sus anuales estrenos. Este fenómeno se reproduce en el mundo de la música, donde es cada vez más frecuente encontrar a viejos rockeros que han superado con creces la edad de jubilación pero que, apoyados por numerosos y entusiasmados fans de varias generaciones, continúan en activo.
El polifacético guionista, actor, director y músico posee una filmografía plagada de títulos sobresalientes cuyas escenas son el vehículo perfecto para algunos de los diálogos más hilarantes que forman parte de la historia del séptimo arte. De hecho, nos hallamos ante el cineasta que atesora más nominaciones a los Oscar –veintiuna-, la mayoría como guionista pero también como director y actor, lo que contradice esa idea tan generalizada como errónea de que en Europa se aplaude su talento pero no logra ser profeta en su tierra. Es muy difícil mantener constantemente un nivel elevado entre tantos largometrajes y en los últimos tiempos se puede hablar no sin fundamento de cierta decadencia en el cine del neoyorkino, aunque comparadas con otras comedias que provienen del otro lado del Atlántico, sus propuestas siguen siendo de lo mejor que llega a nuestras pantallas. Además, resulta muy significativo que su última gran obra (la muy recomendable Match Point) no sea una comedia y que haya que remontarse quince años para hallar al mejor Allen cómico como responsable de Poderosa Afrodita. Antes de 1995 lo habitual es encontrar sus joyas más memorables del género pero desde entonces tal circunstancia es inusual.
En Conocerás al hombre de tus sueños, el realizador regresa a Londres para continuar abordando sus temas recurrentes: la muerte, las relaciones de pareja, el sexo o las infidelidades y, sin duda, sigue manteniendo la tradicional brillantez de sus gags. Sin embargo, más allá de las risas que arranca en determinadas situaciones, su capacidad narrativa continúa en franca decadencia. Su empeño en desarrollar varias historias a través de apenas seis personajes pero sin llegar a concluir ninguna de ellas, aboca al espectador a la incapacidad de averiguar el desenlace de una trama que él mismo ha creado. En conclusión, es un tipo de cine agotado por repetitivo. En términos generales, es preferible rescatar sus trabajos anteriores que esperar a los nuevos.
Como en todos sus filmes, el reparto de Conocerás al hombre de tus sueños está formado por grandes intérpretes que cumplen a la perfección la misión que el director les tiene encomendada, desde un gran Anthony Hopkins a una espléndida Naomi Watts pasando por los muy correctos Antonio Banderas y Josh Brolin. Fiel a su rutina laboral y a su afición por trabajar en el Viejo Continente, Woody Allen se encuentra ahora mismo en París rodando su último proyecto acompañado por Marion Cotillard, Elsa Pataky y la mediática esposa del presidente francés Carla Bruni.

jueves, 29 de julio de 2010

TOY STORY 3


La entrada en escena de la productora Pixar hace ya algunos años supuso un claro punto de inflexión en la trayectoria del cine de animación. Hasta ese momento era la factoría Disney la que había alcanzado sus cotas profesionales más elevadas gracias a La bella y la bestia o El rey león, acertadísimas combinaciones de dibujos animados y género musical cuyas bandas sonoras resultaban tan sobresalientes como sus propios fotogramas. Pero, pese a esos méritos innegables, se había producido desde mediados de la década de los noventa un claro retroceso en su proceso creativo. Fue entonces cuando apareció Pixar y, sin previa adaptación ni evolución, directamente arrasó en el mercado cinematográfico. El innovador John Lasseter, artífice principal del proyecto, ganó en 1988 el Oscar al mejor cortometraje y en 1996 añadió a su palmarés una estatuilla honorífica fuera de competición por la magnífica Toy Story, cinta que además obtuvo otra nominación en la categoría de mejor guión original. Si fue la Disney la que logró los avances del género valiéndose de la potenciación de sus aspectos musicales, ha sido la Pixar la encargada de centrar su principal mérito en la brillantez y originalidad de los guiones. Podría concluirse que el secreto de su éxito radica en haber sabido transformar un género anclado en el mundo infantil en cine para todos los públicos. Son títulos que entusiasman no sólo a los niños sino también a los jóvenes y, particularmente, a los adultos, que saben apreciar la altísima calidad de los diálogos que conforman las historias y los relatos trasladados a la gran pantalla.
A nadie se le escapa la razón por la cual, desde el año 2002, se ha instaurado una nueva categoría en los premios de la Academia de Hollywood (el Oscar al mejor largometraje de animación). Esa razón es que los profesionales del séptimo arte dispusieran de una vía para poder premiar lo que, a todas luces, era digno de ser premiado. De forma aplastante, la productora ha ido acaparando galardones edición tras edición: Buscando a Nemo en 2004, Los increíbles en 2005, Ratatouille en 2008, Wall- E en 2009 y Up en 2010. Ninguna como Pixar ha dominado de igual modo el sector de la animación. Y, probablemente, ése fue el motivo por el que Disney, consciente de que su histórica hegemonía peligraba gravemente, optó por adquirir la compañía de Lasseter.
La tercera parte de Toy Story es una nueva muestra de la genialidad creativa que se erige como marca de la casa. No sólo es técnicamente impecable, resultado que se presupone si se valora su millonaria inversión económica, sino que alcanza unos niveles de intensidad y emoción que para sí quisieran la mayoría de los estrenos que cada temporada visitan la cartelera. Consigue conmover mucho más que buena parte de los dramas de imagen real que pululan por las pantallas de nuestras salas de proyección. En mi opinión es, sin ningún género de duda, el mejor estreno de los últimos meses y del verano, con permiso de Origen, el esperado film de Christopher Notan que llegará a los cines el próximo seis de agosto y que promete ser un soplo de aire fresco entre tanta mediocridad audiovisual. Toy Story 3 lleva recaudados más de setecientos treinta millones de dólares a nivel internacional hasta el día de hoy. Habida cuenta que todavía quedan varios países esperando su exhibición, es posible que se convierta en la película más taquillera de 2010, honor que ya ha conseguido en el mercado estadounidense, donde su carrera comercial prácticamente ha concluido.

NOCHE Y DÍA

El realizador neoyorkino James Mangold ha demostrado su capacidad de probar prácticamente todos los géneros cinematográficos y, además, con notable acierto. Se inició profesionalmente en el año 1995 con el drama romántico Heavy protagonizado por Liv Tyler. Después se pasó al thriller policiaco con Copland, donde un inusualmente aceptable Sylvester Stallone estaba arropado por pesos pesados de la talla de Robert de Niro y Harvey Keitel. Más tarde, rodó un ejemplo de cine biográfico de difícil clasificación, Girl Interrupted, cinta con la que una jovencísima Angelina Jolie ganó el Oscar a la mejor actriz secundaria. También coqueteó con la comedia romántica en Kate & Leopold, con el terror en Identity, con el drama musical en En la cuerda floja -con dos excelentes Joaquin Phoenix y Reese Witherspoon dando vida al cantante Johnny Cash y a su esposa y gran amor June Carter, papel que le valió la estatuilla a Witherspoon como mejor actriz protagonista-. Incluso se aventuró con el western en El tren de las 3:10, contando con la colaboración de Russell Crowe y Christian Bale.
Todos sus proyectos pueden calificarse de, al menos, interesantes en cuanto a registros interpretativos e intensidad de las escenas. Por ello, su pretensión de rodar un largometraje de acción en tono de comedia no resultaba excesivamente sorprendente, teniendo en cuenta que ya había demostrado que los cambios de registro no le perjudicaban. Sin embargo, Noche y día constituye claramente su peor trabajo hasta la fecha, probablemente porque en la mayor parte de su filmografía anterior el propio Mangold ejercía también como guionista y, en este caso, esa labor recae en el primerizo Patrick O´Neill. Tampoco es descartable la influencia negativa de Cameron Díaz, actriz de innegable atractivo físico pero muy limitada desde el punto de vista interpretativo. Intentar salvar cada plano con una amplia sonrisa resulta insuficiente a todas luces. Pero, en mi opinión, la principal razón por la que Noche y día no funciona como comedia de acción –cuestión por otra parte extremadamente difícil- es su ausencia de actores especialmente dotados para el humor (caso de Will Smith en alguno de sus títulos) o cuya especial conexión con el público sirve para plasmar acertadamente un guión ágil, divertido e impactante (caso de Bruce Willis en la primera parte de Jungla de Cristal). Exceptuando esos supuestos lo normal es rozar el ridículo. De hecho, su presupuesto de casi ciento veinte millones de dólares apenas ha logrado una recaudación de setenta en el mercado norteamericano, aspirando a recuperar la inversión con su carrera comercial a nivel internacional.
Particularmente triste resulta la aportación de Tom Cruise, un buen actor en cuyo currículum brillan títulos muy recomendables como Nacido el cuatro de julio, Algunos hombres buenos, La tapadera, Rain Man o Collateral pero que en los últimos tiempos no acierta con sus apuestas cinematográficas, si bien hay que reconocerle cierta valentía en su faceta de productor arriesgado -Los otros, Narc, la minusvalorada pero muy interesante Elisabethtown-. Actualmente trabaja en la preproducción de la cuarta parte de Misión imposible. Ha contratado como director a Brad Bird, un especialista del género de animación que realizó Los increíbles o Ratatouille. Tiene previsto el rodaje de una comedia dirigida por Shawn Levy –Noche en el Museo I y II- y protagonizada por Ben Stiller, cuyo título provisional es The Hardy Men. Ojalá Cruise retorne cuanto antes a la senda de las buenas películas, aunque con estos proyectos a corto plazo tampoco parece que sea posible.

viernes, 16 de julio de 2010

SHREK: FELICES PARA SIEMPRE

La cartelera cinematográfica lleva ya varios meses sin ofrecer estrenos realmente relevantes y, lo que es peor, una vez analizada la oferta prevista para los próximos meses, el panorama es bastante desolador. Cada vez es más frecuente que un elevado número de títulos que llegan a la pantalla grande sean readaptaciones de éxitos del pasado o nuevas versiones de filmes que en su momento despertaron el interés de un porcentaje muy numeroso de espectadores. Esta realidad, que no tiene por qué tacharse de negativa en sí misma, empeora cuando se generaliza y conduce inevitablemente a crear una sensación de falta de ideas nacidas de las mentes de los profesionales que supuestamente dominan los engranajes de la industria del séptimo arte. Así, la próxima semana están previstas las exhibiciones de la revisión del popular clásico de terror Pesadilla en Elm Street y de la tercera parte de Toy Story y, siete días después, la de la publicitada adaptación de la famosa serie de televisión El equipo A. Ya en el mes de agosto será el nuevo Karate Kid quien desembarque en las taquillas de todo el mundo. En este último caso, lo que pudiera venderse como un homenaje a los éxitos anteriores de la década de los ochenta o, a lo sumo, como una posible vía para finalizar aventuras que quedaron inacabadas, parece esconder por desgracia una falta de originalidad y una total incapacidad de asumir los riesgos propios de los proyectos novedosos, insistiendo en apostar por fórmulas que ya funcionaron años atrás. En mi opinión, el mejor homenaje que pueden recibir estos proyectos rodados hace casi treinta años (en el hipotético supuesto de que lo merecieran) pasaría por no readaptarlos y limitarse a conservar el producto original.
Sólo en este contexto se puede concebir Shrek: Felices para siempre, última entrega de una saga de dibujos animados que en 2001 sorprendió muy agradablemente gracias a la simpatía de su personaje protagonista, sus diálogos hilarantes y su novedosa forma de entender el género de animación, muy diferente a la realizada hasta esa fecha. De hecho, obtuvo el Oscar al mejor film de su categoría y los grandes ingresos que generó, junto a los halagos cosechados por crítica y público, tuvieron como consecuencia que en 2004 y en 2007 se rodasen dos nuevas entregas, aunque sin la misma gracia y frescura de su predecesora. Dado que la técnica ha avanzado notablemente en el último lustro, la película adopta el formato 3D y tanto la informática como los efectos visuales favorecen que los rasgos de cada personaje reflejen los matices propios de un rostro humano convencional. Por lo tanto, la inversión para conseguir una extremada pulcritud de los aspectos técnicos del proyecto es innegable y es la excusa que justifica los ciento setenta millones de dólares de coste de producción. Lástima que la fórmula que ofrece esté tan gastada como un chicle que se estira hasta el límite, con independencia de que alguna escena provoque la sonrisa y hasta la risa.
El principal pecado de Shrek: Felices para siempre es su ausencia de originalidad y el miedo al fracaso económico que paraliza a sus productores y que condiciona irremediablemente su creatividad. Su director es Mike Mitchell, un habitual de comedias –Gigoló, Sobreviviendo a la Navidad-. Las voces de la versión original siguen siendo las mismas. Mike Myers es el ogro verde, Eddie Murphy, el burro, Antonio Banderas, el gato con botas y Cameron Díaz, la princesa. Esta actriz estrena esta misma semana la cinta Noche y día, cuyo rodaje a las órdenes de James Mangold y en compañía de Tom Cruise se desarrolló en algunas ciudades españolas como Sevilla y Cádiz.

lunes, 12 de julio de 2010

ECLIPSE

La pasada semana tuvo lugar el estreno mundial del tercer título de la saga Crepúsculo y, como era previsible, lo hizo batiendo records. El film se exhibió en Estados Unidos en la sesión de medianoche del martes y, pese a lo inusual del día y de la hora, los ingresos de ese único pase superaron los treinta millones de dólares, acumulando en las siguientes cinco jornadas tan sólo en el mercado norteamericano más de ciento sesenta. Es más que evidente que este fenómeno de masas avanza en clara progresión puesto que, si la primera parte rozó los cuatrocientos millones de dólares de recaudación internacional y la segunda superó los setecientos, esta tercera puede suponer para su productora Summit Entertainment uno de los negocios más rentables de la industria del cine en las últimas décadas.
El proyecto aglutina a defensores y detractores, si bien los números evidencian un multitudinario grupo de fans incondicionales que disfrutan con las aventuras de Bella Swan, Edward Cullen y Jacob, a medio camino entre lo romántico y lo fantástico. También existen personas muy críticas con estas producciones, considerándolas un subproducto para adolescentes poco exigentes e ideadas artificialmente por la productora para alargar y rentabilizar un éxito inesperado aunque carente de una trama mínimamente interesante. Con independencia de lo respetable que pueda resultar cada una de dichas posturas enfrentadas, resulta discutible esa imputación que les convierte en meros vehículos de enriquecimiento de avispados productores. No hay que olvidar que estos relatos ya estaban a la venta en las librerías con años de antelación a sus adaptaciones para la gran pantalla. Además, cuando un fenómeno funciona de manera tan indiscutible tanto en formato literario como audiovisual es de justicia observarlo con más respeto. Dicho esto, es verdad que esta tercera entrega presenta importantes inconvenientes que juegan en su contra. Al descenso de frescura y originalidad en comparación con sus antecesoras se une el reducido plazo de tiempo entre proyección y proyección, que influye negativamente en las expectativas que genera. Además, al público le cuesta cada vez más sentirse impactado por personajes y situaciones con tendencia a la repetición. Y es que el triángulo formado entre la humana, el vampiro y el hombre-lobo, más las consecuencias de la incompatibilidad entre un amor de pareja en el primer caso y una pseudo-amistad en el segundo, son otra vez el centro de esta historia, fiel a su estética fría y postmoderna.
Siguiendo la costumbre de asignar a cada largometraje un director diferente, el elegido es el británico David Slade, que llamó la atención en 2005 con la irreverente, extraña y un tanto cargante Hard Candy. La realización del próximo título de la saga, Amanecer, recaerá en Bill Condon (Dioses y monstruos, Dreamgirls) aunque se prevé que, en este caso, la adaptación de la novela homónima se ruede en dos cintas, que llegarán a las salas en 2011 y 2012 respectivamente. Parece que aquí sí puede concluirse que la avaricia de los productores primará sobre la finalidad artística de la obra de Stephenie Meyer. Sus mediáticos protagonistas Kristen Stewart, Robert Pattinson y Taylor Lautner repiten personajes. Los espectadores más atentos reconocerán a la joven actriz Anna Kendrick, nominada en la categoría de mejor actriz de reparto en la última edición de los Oscar de Hollywood por su espléndida actuación en la muy recomendable Up in the Air.