jueves, 26 de febrero de 2009

SLUMDOG MILLIONAIRE

El realizador británico Danny Boyle saltó a la fama en el año 1996 tras dirigir Trainspotting, cinta de difícil clasificación que describía el estilo de vida al límite de unos jóvenes en los bajos fondos de la ciudad de Edimburgo. La nominación al Oscar de Hollywood al mejor guión adaptado y una sonada rentabilidad en taquilla fueron los frutos de aquel intenso largometraje. Posteriormente, Boyle, un tanto perdido desde el punto de vista profesional, rodó con grandes estrellas de la gran pantalla -Una historia diferente con Cameron Díaz, La playa con Leonardo DiCaprio- pero sin alcanzar la repercusión ni la brillantez de su anterior trabajo. Sólo al cambiar de registro, el éxito se volvió a cruzar en su camino gracias a 28 días después, film a caballo entre el terror y la ciencia-ficción que, con un presupuesto de apenas ocho millones de dólares, logró multiplicar por diez su recaudación y, de paso, revitalizar un género bastante estancado hasta ese momento. El tinerfeño Juan Carlos Fresnadillo fue el artífice de su brillante secuela, 28 semanas después, en la que Boyle asumió labores exclusivamente de producción. Firmemente decidido a no encasillarse, probó con géneros tan dispares como el drama infantil pseudo-religioso de Millones, aunque de nuevo con resultados discretos.
Su cíclica relación con el triunfo se ha repetido una vez más y, tras años de escasa notoriedad, estrena Slumdog Millionaire, la historia de un joven indio que vive en condiciones de extrema pobreza desde la infancia y que decide cambiar su mala racha vital participando en la versión patria del concurso televisivo “¿Quién quiere ser millonario?”. La película comparte algunas similitudes con Ciudad de Dios, dirigida por el brasileño Fernando Meirelles en 2002, un reflejo de las penurias que padecen los niños que habitan en las favelas de ese inmenso país sudamericano. En esta ocasión, el escenario de la miseria se traslada a la India, una de las naciones con mayor índice de pobreza del planeta. Durante buena parte del metraje asistimos a una serie de atrocidades soportadas por la infancia más desprotegida y, aunque en ocasiones se intente endulzar la realidad con alguna licencia cómica, ésta resulta extremadamente desoladora. Pero la peculiaridad que explica la trascendencia mundial de este proyecto cinematográfico no es otra que su feliz y optimista final, cuya última escena presentada a través de un alegre número musical supone para el espectador un contraste tan radical que termina abandonando la sala de proyección con un maravilloso sabor de boca.
Quienes defienden que los grandes premios no son más que un amaño de la poderosa industria cinematográfica para premiarse a sí misma y rentabilizar todavía más sus producciones tienen en este título la enésima prueba que desautoriza dicho argumento. Rodada completamente al margen de las grandes productoras y con un presupuesto ínfimo, ha obtenido más de ciento cincuenta millones de dólares tras haber invertido poco más de diez, arrasando de forma sorprendente en cuantas ceremonias de entrega de premios ha participado, el más importante y reciente el Oscar a la mejor película unido a otras siete estatuillas, el Globo de Oro, el Bafta y los otorgados por la mayor parte de las asociaciones norteamericanas de críticos cinematográficos. Y, aunque para muchos aficionados -entre los que me incluyo- no se puede considerar la mejor cinta de 2008, es de justicia reconocer su innegable mérito.

jueves, 19 de febrero de 2009

EL LECTOR

El debut cinematográfico del director británico Stephen Daldry tuvo lugar en el año 2000 con la película Billy Elliot. Dicha cinta contaba las desventuras de un niño de un barrio obrero inglés que aspiraba a ser bailarín pero debía previamente enfrentarse a la oposición e incomprensión de su familia y su círculo social. El triunfo de esta opera prima le valió a su realizador la primera nominación al Oscar en la categoría de mejor dirección, que se añadió a las de mejor guión y mejor actriz secundaria (Julie Walters), triunfando asimismo en otros prestigiosos certámenes como los Bafta británicos. A todo lo anterior, hay que sumar un notable éxito de taquilla, teniendo en cuenta que, pese a costar apenas cinco millones de dólares, recaudó a nivel mundial más de cien. Con semejantes referencias, estrenó dos años más tarde la magnífica Las horas y logró superar los logros de Billy Elliot. Nueve nominaciones a los premios de la Academia de Hollywood -incluidos mejores película, director y guión y el conseguido por Nicole Kidman como mejor actriz principal- y el Globo de Oro a la mejor película dramática son una parte de los numerosos reconocimientos que cosechó internacionalmente. En su segundo largometraje, Daldry contaba la historia de tres mujeres de tres épocas distintas con un mismo hilo conductor –la escritora londinense Virginia Woolf- y demostraba un inmenso talento que no era fruto de la casualidad.
Ahora estrena su tercer trabajo y, una vez más, sólo cabe aplaudirle y reconocerle como un excelente cineasta cuya progresión le situará a buen seguro al mismo nivel de los más grandes directores del séptimo arte. El lector es un drama intenso que se sostiene sobre un guión bien construido y sobre unas interpretaciones sobresalientes. Narrada a través de flashbacks, se inicia con la historia de un amor imposible entre un adolescente y una mujer que le dobla la edad en el Berlín inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial y pone de manifiesto cómo esa relación marca al muchacho hasta que se convierte en un maduro abogado en la década de los noventa. Con el nazismo como telón de fondo, los secretos de unos personajes atormentados son el condimento que acompaña a una dramática trama central que hará las delicias de los amantes del género y muy especialmente de los fieles a Stephen Daldry.
Pese a las controversias que ha suscitado al abordar temas delicados, el film ha obtenido numerosos premios y nominaciones. En la ceremonia de entrega de los Oscar del próximo domingo competirá en las categorías de película, director, guión, actriz principal y fotografía. Pocos directores con tres únicos filmes en su currículum pueden presumir de haber sido nominados por todos ellos en una categoría tan emblemática como la de mejor dirección. Para concluir, resulta obligado referirse a la pareja protagonista. Kate Winslet lidera todas las apuestas para llevarse a casa la estatuilla dorada tras hacerse con el Globo de Oro y el Bafta gracias a su conmovedora interpretación. Frente a ella, su compatriota Ralph Fiennes - dos veces nominado al Oscar por La lista de Schindler y El paciente inglés- no abandona la senda de personajes marcados por el sufrimiento y la contención y, como ya demostrara hace poco tiempo en El jardinero fiel, borda una vez más su papel.

viernes, 13 de febrero de 2009

EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON

David Fincher es, sin ningún género de duda, el cineasta más interesante que ha dado la industria cinematográfica norteamericana en las dos últimas décadas. Toda su carrera profesional gira en torno al género del thriller. En el año 1995 estrenó Seven, que, junto a El silencio de los corderos, es considerada la mejor cinta de suspense de los años noventa. Posteriormente rodó los largometrajes El club de la lucha y La habitación del pánico, demostrando nuevamente su dominio en este tipo de filmes merced a un derroche de originalidad e intensidad narrativa que le convierten en un referente indiscutible en su categoría. Sin embargo, lo mejor estaba por venir y tuvo lugar el año pasado, cuando dirigió Zodiac, auténtica obra maestra que engarza con brillantez todos y cada uno de los elementos imprescindibles con los que debe contar un buen thriller. El hecho cierto de que semejante filmografía no haya recibido los galardones que merece sólo se explica bajo la premisa plenamente aceptada de que la mayoría de críticos y académicos consideran al género de acción como una categoría muy inferior al drama, cuyo dominio abrumador respecto al resto de géneros en todas las ceremonias de entrega de premios resulta un verdadero misterio.
A pesar de todo, la brillantez de este director estadounidense continúa al alza y ahora demuestra ser no sólo un maestro del suspense sino una persona capaz de trasladar su talento a otros estilos. El curioso caso de Benjamin Button es un excelente drama que refleja las vicisitudes de un hombre que nace anciano y, a medida que pasa el tiempo, va rejuveneciendo, hasta que al final de sus días muere como un bebé. Fincher enfrenta al espectador a un auténtico tratado sobre la mortalidad, la temporalidad y el irremediable paso del tiempo desarrollado con el trasfondo de una casi imposible historia de amor entre dos personas que se cruzan en un momento determinado pero que se alejan inevitablemente ya que, mientras él rejuvenece, ella va envejeciendo. Los aspectos técnicos de la película rozan la perfección. Tanto la fotografía como la ambientación, el maquillaje o la banda sonora hacen de ella una gran producción que dentro de algunos años será considerada como un referente cinematográfico clásico.
El único inconveniente reseñable es su excesiva duración (aproximadamente tres horas) y la lentitud de la narración, que contrasta con la intensa acción de los anteriores títulos del director. En compensación, críticos y académicos han dado ahora el visto bueno a este proyecto y han alabado el trabajo de David Fincher premiándole con nada menos que trece nominaciones a los Oscar, cinco a los Globos de Oro y once a los Bafta británicos, entre otros muchos reconocimientos.
Los actores Brad Pitt -Quemar después de leer, Babel, Doce monos-, colaborador habitual del realizador, y Cate Blanchett –Elizabeth, El talento de Mr. Ripley-, ganadora del Oscar a la mejor actriz secundaria por El aviador de Martin Scorsese y nominada en cuatro ocasiones más a la estatuilla de Hollywood, dan vida a la pareja protagonista. Pitt puede conseguir el premio a la mejor actuación masculina principal en la próxima edición de estos populares galardones. Para ello tendrá que superar a Frank Langella, Sean Penn, Mickey Rourke y Richard Jenkins. Por su parte, Taraji P. Henson también puede resultar premiada en la categoría de mejor secundaria por su actuación como madre adoptiva del personaje central de este drama, Benjamin Button.

viernes, 6 de febrero de 2009

LA DUDA

John Patrick Shanley es un reconocido escritor neoyorkino tanto de obras de teatro como de guiones cinematográficos y que ha triunfado en ambos campos. En 1988 obtuvo el Oscar al mejor guión original por Hechizo de luna, drama romántico protagonizado por Nicholas Cage y Cher, quien también se alzó con la estatuilla a la mejor actriz principal. Sin embargo, la primera vez que dirigió una película se trató de una comedia titulada Joe contra el volcán (1990), cuyo reparto encabezaban unos jóvenes Tom Hanks y Meg Ryan. Esta pareja coprotagonizaría posteriormente otras cintas como Algo para recordar o Tienes un e-mail, convirtiendo su unión en un filón para los productores, que insistían en reunir al tándem una y otra vez amparándose en su especial conexión con un público extremadamente fiel. Shanley estrenó en el año 2004 la obra teatral La duda en los escenarios de Broadway, obteniendo numerosos galardones, entre los que destacan los prestigiosos premios Pulitzer y Tony. Ahora, diecinueve años después de su debut detrás de las cámaras, traslada a la gran pantalla la obra de teatro que tantas satisfacciones profesionales le ha supuesto. Para ello, se ha aliado con el gran productor Scott Rudin, ganador de la estatuilla a la mejor película por No es país para viejos e igualmente nominado por Las horas, para llevar a cabo este proyecto.
La trama se desarrolla en el popular barrio neoyorkino del Bronx en 1964 y muestra los conflictos entre un sacerdote que aspira a una evolución de la institución eclesial y una religiosa de moral estricta que impone una férrea disciplina colegial en el seno de una congregación religiosa. Partiendo de la acusación de abusos sexuales a un menor, se desata una dura batalla personal entre ambos protagonistas que se extiende a lo largo de todo el metraje. Como todas las adaptaciones cinematográficas de una obra teatral, el punto fuerte del film radica en las interpretaciones. Baste señalar que, de sus cinco nominaciones a los Oscar, cuatro han recaído en el equipo artístico –Meryl Streep, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams y Viola Davis-, puesto que el guión les brinda numerosas escenas para su lucimiento. Obra eminentemente interpretativa, La duda gustará sobre todo a los amantes de las grandes actuaciones, aunque su punto débil sea que destaca sólo a ese nivel, desatendiendo otros aspectos de la narración. Los treinta minutos iniciales de proyección resultan excesivamente lentos por descriptivos y, además, su final resulta ambiguo, con un discurso a cargo de la monja protagonista en la última escena que peca de incoherente con lo que hasta ese momento había reflejado el personaje. El reparto está integrado por figuras de primer nivel, entre las que sobresale invariablemente Meryl Streep, sin duda la mejor actriz de las últimas décadas. Con ésta son ya quince sus candidaturas a los premios de la Academia de Hollywood, un récord muy difícil de superar. Su filmografía es tan excepcional que intentar extraer sólo algunos títulos resulta una misión imposible. En cuanto a Philip Seymour Hoffman –Oscar al mejor actor por Capote- ha participado en filmes como El talento de Mr. Ripley o La guerra de Charlie Wilson, que le han colocado a la cabeza de los mejores intérpretes de su generación. Mencionar por último a la joven actriz Amy Adams - Atrápame si puedes, Encantada- quien, junto a su compañera de reparto Viola Davis, aspira a disputarle a la española Penélope Cruz la estatuilla a la mejor actriz secundaria por su papel en la película de Woody Allen Vicky Cristina Barcelona.