sábado, 3 de enero de 2009

AUSTRALIA

El director, guionista y productor australiano Baz Luhrmann ha logrado una notable repercusión en la industria cinematográfica norteamericana, consecuencia de una estética visual y narrativa nada convencional. Debutó a principios de los noventa con una cinta titulada El amor está en el aire, centrada en el mundo del baile. Sin embargo, el salto a la fama se lo debe a su originalísima versión del clásico de William Shakespeare Romeo y Julieta, protagonizada en 1996 por unos jóvenes Claire Danes y Leonardo DiCaprio. Dicho largometraje sorprendió en gran medida por su visión alternativa de la famosa historia de amor y triunfó en el festival de Berlín y en los británicos premios BAFTA. Ya en 2001 tuvo lugar el estreno del que, hasta ahora, es su mejor trabajo, Moulin Rouge, que volvió a mostrarle como un cineasta inclasificable y le consagró definitivamente dentro de la profesión. Con Nicole Kidman y Ewan McGregor al frente del reparto, era un musical tan completamente alejado de los tópicos del género que hasta sus más firmes detractores le reconocían una puesta en escena novedosa y creativa. La película obtuvo dos Oscar de un total de ocho nominaciones y un buen número de galardones internacionales.
Luhrmann ha tardado siete años en volver a la pantalla grande. La envergadura del proyecto justifica un plazo tan amplio. Se trata de una superproducción dentro del género histórico cuyo presupuesto supera los ciento treinta millones de dólares y cuyo metraje sobrepasa las dos horas y media de duración. El propio gobierno australiano ha pretendido convertirla en un icono nacional, una suerte de Lo que el viento se llevó en versión patriótica. Sin embargo, teniendo en cuenta que narra la historia de una europea adinerada que se traslada a tierras remotas y que, en una granja en la que cohabitan colonos blancos y aborígenes negros, se enamora de un hombre solitario, poco dado a los convencionalismos de la época y que prefiere la compañía de los originarios del lugar frente a las personas de su propia raza, estaríamos más cerca de las Memorias de África de Sydney Pollack que de la obra que Victor Fleming estrenó en 1939. En todo caso, la comparación resulta injusta e infundada, ya que la diferencia de calidad es obvia y no parece que los responsables de Australia hayan pretendido imitar la obra maestra protagonizada por Meryl Streep y Robert Redford.
La indefinición narrativa es el principal defecto de este film. Su inicio es más propio de una comedia clásica en la que la pareja protagonista comienza odiándose para, más tarde, enamorarse. Posteriormente, pasa a convertirse en una cinta de aventuras y, finalmente, desemboca en un drama intenso. Toda esa travesía está salpicada con pinceladas de western y homenajes al musical y esa excesiva mezcla conceptual deja un regusto final de difícil clasificación. Pero, sobre todo, evidencia un abuso del recurso de jugar con las emociones del espectador, llevándole de la tragedia más absoluta a un repentino final feliz. En conclusión, agradará a los amantes de las aventuras épicas al estilo de Cecil B. De Mille y provocará en el resto del público cierta desorientación, cuando no aburrimiento.
El realizador ha contado con sus compatriotas Nicole Kidman y Hugh Jackman para encarnar a los personajes centrales de este megaproyecto. Kidman repite a las órdenes del realizador, tras protagonizar Moulin Rouge, mientras que Jackman goza de un buen momento artístico después de participar en títulos como X-Men, Operación Swordfish o Van Helsing.

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