viernes, 30 de enero de 2009

REVOLUTIONARY ROAD

El realizador británico Sam Mendes posee una de las carreras profesionales más meteóricas dentro la industria del cine. Su brillante comienzo en 1999 con la cinta American Beauty le supuso tanto el Oscar como el Globo de Oro al mejor director del año, circunstancia sumamente inusual para un debutante. A ambos premios se unieron otros galardones muy importantes como los de mejor película y mejor actor principal para un extraordinario Kevin Spacey. Como consecuencia de semejante éxito, Mendes pasó de ser un perfecto desconocido a ser el director revelación más prometedor y con mayor proyección de cara el futuro. Tres años después estrenó Camino a la perdición, interesante film que, aunque obtuvo seis nominaciones a los Oscar, sólo logró llevarse uno. Además de por su calidad, este largometraje pasará a la historia por proporcionar al recientemente fallecido Paul Newman su última candidatura a la estatuilla dorada. Ya en 2005 volvió tras la cámara para dirigir Jarhead, drama bélico centrado en las experiencias de los soldados de la guerra de Kuwait que, si bien puede considerarse su peor trabajo, ofrece valiosas aportaciones desde el punto de vista interpretativo y artístico.
Una década después de su mayor éxito estrena Revolutionary Road. Curiosamente, su repercusión ha sido muy superior en el ámbito de los Globos de Oro –nominada a mejor película, director, actor y actriz (que finalmente ha recaído en Kate Winslet) que en el de los premios de la Academia de Hollywood anunciados recientemente, donde opta exclusivamente a mejor vestuario, dirección artística y actor secundario.
Estamos ante un drama en sentido estricto con dos grandes bazas a su favor. Por un lado, las interpretaciones de sus protagonistas, reunidos por primera vez después de Titanic. Y, en segundo lugar, la extraordinaria habilidad del británico para revelar las miserias de los personajes y, de paso, reflexionar en voz alta sobre el tipo de sociedad en la que viven. Los profesionales de la psicología podrían utilizar buena parte de las escenas para explica sus teorías acerca del sentido de la vida y de la insatisfacción que en ocasiones conlleva la vida en pareja. Por el contrario, también arrastra dos inconvenientes. Carece por completo de la ironía y el humor ácido que impregnaban American Beauty y la narración resulta muy densa y carente de la agilidad e intensidad de Camino a la perdición. Por lo tanto, puede resultar pesada para determinado público, excepción hecha de los incondicionales de los dramas y de quienes reduzcan sus exigencias a unas buenas interpretaciones.
Los papeles principales corren a cargo de la esposa del director, Kate Winslet, y del mediático Leonardo Di Caprio. Ambos son grandes intérpretes con filmografías relevantes y se alzan como una apuesta segura que engrandece el producto final, particularmente en el caso de la actriz, sobre quien recae la mayor parte del peso específico de la historia. Sin embargo, ha sido el más desconocido Michael Shannon quien ha conseguido la nominación al Oscar. Hasta este momento había formado parte de los repartos de Dos policías rebeldes 2, 8 millas o Pearl Harbor siempre en papeles secundarios. Su trayectoria profesional cambiará a buen seguro gracias a esta magnífica interpretación.

miércoles, 28 de enero de 2009

SIETE ALMAS

El actor afroamericano Will Smith es mundialmente conocido gracias a sus interpretaciones cómicas y a sus intervenciones en grandes superproducciones enmarcadas en el género de acción. Sus inicios artísticos se remontan a los ámbitos televisivo y musical. En el primer medio alcanzó una gran repercusión al protagonizar entre 1990 y 1996 la serie El príncipe de Bel Air, con la que logró sus dos primeras candidaturas a los Globos de Oro. En cuanto a su faceta musical, cuenta en su haber con un Grammy y varios discos de platino. Examinando su filmografía, se aprecia su enorme facilidad para alcanzar grandes éxitos de taquilla a través de largometrajes que combinan su vis cómica con la acción más intensa. Títulos como Dos policías rebeldes, Independence Day, Men in Black y Soy leyenda son claros ejemplos de cómo el público acude en masa a las salas de proyección cada vez que estrena película.
Sin embargo, ya desde muy temprano fue un intérprete capaz de demostrar su talento para los dramas, cualidad que pasó desapercibida para la mayoría de los espectadores pero que despertó el interés de los críticos. Su primera incursión en el género tuvo lugar en 1993 con el rodaje de Seis grados de separación, cinta del director australiano Fred Schepisi, que reportó a su actriz principal Stockard Channing –Grease, Smoke- la nominación al Oscar a la mejor actriz principal. Constituyó un escaparate ideal para las dotes dramáticas del entonces joven actor pero no sería hasta el año 2001 cuando despuntaría definitivamente con el que, hasta la fecha, es su mejor papel. Para ello, tuvo que cruzarse en su camino uno de los realizadores más sobresalientes de la última década, Michael Mann, el artífice de la excepcional biografía del boxeador Muhammad Alí, otrora Cassius Clay, por cuya interpretación obtuvo su primera nominación a la estatuilla de Hollywood en la categoría de mejor actor principal. Su siguiente aventura melodramática -En busca de la felicidad- le unió por primera vez al director italiano Gabriele Muccino y le supuso su segunda candidatura al Oscar. Por lo tanto, limitarse a identificar a este artista de Philadelphia con la comedia y el cine de acción es, sencillamente, quedarse corto.
Ahora estrena Siete almas, de nuevo a las órdenes de Muccino, insistiendo en sus perfiles más intimistas y dramáticos pero sin superar sus anteriores registros. El principal problema de esta historia estriba en el desorden y los numerosos saltos narrativos que descentran al espectador y la incapacidad de dotar de coherencia a la narración se evidencia sobre todo en sus primeros sesenta minutos que, una vez superados, convierten el resto del metraje y su desgarrador desenlace en una delicia para los amantes del melodrama. En resumen, aunque no sea una película brillante, no se le puede negar una gran emotividad, particularmente en su recta final, y supone para su protagonista un paso más en su objetivo de no ser identificado exclusivamente con sus tradicionales personajes de comedia.
El reparto del film se completa con la actriz Rosario Dawson, compañera de Will Smith en Men in Black II y que ha participado en Alejandro Magno de Oliver Stone, Sin City de Frank Miller y Death Proof, lo último de Quentin Tarantino. El irregular Woody Harrelson, famoso camarero de la serie Cheers, asume un rol secundario que añade a sus interpretaciones en las relevantes No es país para viejos y El escándalo de Larry Flynt.

MI NOMBRE ES HARVEY MILK

Gus Van Sant es uno de los referentes más notables del denominado cine independiente norteamericano. En el año 1989 estrenó la película Drugstore Cowboy, logrando diversos galardones tanto en el festival de Berlín como en los Independent Spirit Awards que se entregan anualmente para reconocer a las producciones cinematográficas que consiguen salir adelante al margen de las grandes productoras, además de los premios que otorgan las Asociaciones de Críticos de Nueva York y Los Ángeles. No obstante, su largometraje más emblemático sería Mi Idaho privado, probablemente el título de mayor repercusión del joven actor River Phoenix antes de su trágico fallecimiento. Con él volvió a triunfar en los festivales de cine independiente y en la Mostra de Venecia. Sin embargo, su mayor éxito de taquilla se produjo al aceptar el encargo de una gran productora –Miramax- y acometer el rodaje de la más que interesante cinta El indomable Will Hunting, por la que recibió una nominación al Oscar al mejor director entre nueve candidaturas más pero que, sobre todo, le supuso uno de los éxitos de público más rentables de la década de los noventa, al recaudar más de doscientos millones de dólares para una producción cuyo coste ascendió a apenas diez millones.
Posteriormente, su carrera sufrió un importante retroceso como consecuencia del rodaje de una innecesaria y decepcionante versión del clásico de Sir Alfred Hitchcock Psicosis, que le acreditó como peor director del año en la edición de los premios Razzie de 1999. No fue hasta el año 2003 cuando retornó a la senda del triunfo gracias a Elephant, un film basado en la matanza tristemente célebre ocurrida en el Instituto Columbine y que también fue llevada a la gran pantalla por el documentalista Michael Moore en su oscarizada Bowling for Columbine. En esta ocasión, Van Sant logró ver premiado su trabajo con sendas Palmas de Oro (director y película) en el festival de Cannes.
Ahora estrena su último proyecto, Mi nombre es Harvey Milk, biopic del primer homosexual que, reconociendo su condición, fue elegido para un cargo público en Estados Unidos. Esta película independiente y de bajo coste cuenta con dos bazas a su favor. La primera es la extraordinaria exhibición interpretativa de Sean Penn, que ya ha sino nominado por este papel al Globo de Oro y, además, ha obtenido el premio al mejor actor del año otorgado por las Asociaciones de Críticos de Austin, Phoenix, Los Ángeles, Nueva York y Dallas. La segunda es su cuidada ambientación que, combinada con imágenes documentales, recrea muy acertadamente la década de los setenta. Aunque agrade a los aficionados al estilo de Gus Van Sant, conviene señalar que su metraje es excesivo, lo que impide mantener el mismo grado de intensidad narrativa a lo largo de toda la proyección, los mensajes que transmite resultan excesivamente reiterativos y prevalece la sensación de no haber sacado todo el jugo a esta historia real.
Acompañan a Sean Penn James Franco, el popular amigo de Peter Parker en las tres entregas de Spiderman y Josh Brolin, muy activo últimamente tras sus intervenciones American Gangster, En el valle de Elah y No hay país para viejos. El joven actor Emile Hirsch, protagonista de la última película de Penn como director - Hacia rutas salvajes- interpreta un papel secundario.

sábado, 10 de enero de 2009

ROCKNROLLA

El joven realizador británico Guy Ritchie ha logrado mayor repercusión mediática por su condición de (ya) ex-marido de la reina del pop Madonna que por su oficio detrás de las cámaras. Especializado en un tipo de cine bastante minoritario, excéntrico y con algunos toques de originalidad, rodó en el año 2000 su película más celebrada con el sorprendente título de Snatch, cerdos y diamantes. Pese a contar con un elenco de actores de prestigio contrastado y gran tirón popular como Brad Pitt o Benicio del Toro, pasó por la taquilla de forma más bien desapercibida, característica común a toda su filmografía. Sin embargo, teniendo en cuenta los raquíticos presupuestos con los que este director afronta sus proyectos, cualquier ingreso, por exiguo que se pueda considerar, se traduce finalmente en beneficio. En Snatch destacaron sus diálogos ingeniosos y mordaces, una estética moderna y el ritmo frenético que conectó con parte de sus espectadores que, aunque no muy numerosos, resultaron enganchados con su visión. Por desgracia, la carrera de Ritchie no progresó como cabía esperar. Entre las diversas teorías que intentan explicar tal estancamiento profesional parece que su tormentosa unión sentimental le perjudicó seriamente a nivel profesional, aunque sólo sea porque su siguiente estreno –Barridos por la marea- estuvo protagonizado por su entonces esposa y constituyó un rotundo fracaso, arrasando en la convocatoria de los premios Razzie de 2003 – película, director y actriz, entre otros-, antítesis de los Oscar de Hollywood y que “premian” los peores trabajos cinematográficos anuales en todas sus categorías. Este lastre le ha acompañado demasiado tiempo pero ahora parece retomar su estilo originario con el estreno de RocknRolla, con la que se inicia definitivamente el despegue de su carrera. Actualmente dirige un ambicioso film sobre el personaje de Sherlock Holmes en el que participan los actores Robert Downey Jr. y Jude Law.
RocknRolla supone, pues, el retorno del realizador inglés a aquellos orígenes que le proporcionaron su mayor gloria. Multitud de personajes se interrelacionan a lo largo de esta narración rápida y moderna, presidida por unos diálogos plenos de humor y enmarcados en un montaje muy ágil. El resultado agradará a quienes disfrutaron de Cerdos y diamantes y a los aficionados al particular estilo de la sensacional Pulp Fiction de Quentin Tarantino, con la que comparte, aunque lejos de su calidad, muchas de sus características. La fascinación por los bajos fondos de la ciudad de Londres, unida a una marcada atracción por la marginalidad de sus gentes, conforma un producto que nos devuelve la esperanza de un prometedor futuro para este cineasta.
En lo referente al equipo artístico se debe mencionar a Gerard Butler, popular gracias a su papel en la épica 300 y que también ha participado en la reciente versión de Joel Schumacher sobre El fantasma de la ópera y en la reciente comedia romántica Posdata: te quiero, junto a la doblemente oscarizada Hillary Swank. El siempre efectivo Tom Wilkinson –dos veces nominado al Oscar por Michael Clayton y En la habitación- le da la réplica perfecta en la piel de un mafioso de la vieja escuela. En el apartado femenino destacan las atractivas Thandie Newton – Crash, Misión imposible 3- y Gemma Arterton, cada vez más solicitada desde su última aparición como chica Bond en Quantum of Solace, última entrega de la saga del agente 007.

sábado, 3 de enero de 2009

AUSTRALIA

El director, guionista y productor australiano Baz Luhrmann ha logrado una notable repercusión en la industria cinematográfica norteamericana, consecuencia de una estética visual y narrativa nada convencional. Debutó a principios de los noventa con una cinta titulada El amor está en el aire, centrada en el mundo del baile. Sin embargo, el salto a la fama se lo debe a su originalísima versión del clásico de William Shakespeare Romeo y Julieta, protagonizada en 1996 por unos jóvenes Claire Danes y Leonardo DiCaprio. Dicho largometraje sorprendió en gran medida por su visión alternativa de la famosa historia de amor y triunfó en el festival de Berlín y en los británicos premios BAFTA. Ya en 2001 tuvo lugar el estreno del que, hasta ahora, es su mejor trabajo, Moulin Rouge, que volvió a mostrarle como un cineasta inclasificable y le consagró definitivamente dentro de la profesión. Con Nicole Kidman y Ewan McGregor al frente del reparto, era un musical tan completamente alejado de los tópicos del género que hasta sus más firmes detractores le reconocían una puesta en escena novedosa y creativa. La película obtuvo dos Oscar de un total de ocho nominaciones y un buen número de galardones internacionales.
Luhrmann ha tardado siete años en volver a la pantalla grande. La envergadura del proyecto justifica un plazo tan amplio. Se trata de una superproducción dentro del género histórico cuyo presupuesto supera los ciento treinta millones de dólares y cuyo metraje sobrepasa las dos horas y media de duración. El propio gobierno australiano ha pretendido convertirla en un icono nacional, una suerte de Lo que el viento se llevó en versión patriótica. Sin embargo, teniendo en cuenta que narra la historia de una europea adinerada que se traslada a tierras remotas y que, en una granja en la que cohabitan colonos blancos y aborígenes negros, se enamora de un hombre solitario, poco dado a los convencionalismos de la época y que prefiere la compañía de los originarios del lugar frente a las personas de su propia raza, estaríamos más cerca de las Memorias de África de Sydney Pollack que de la obra que Victor Fleming estrenó en 1939. En todo caso, la comparación resulta injusta e infundada, ya que la diferencia de calidad es obvia y no parece que los responsables de Australia hayan pretendido imitar la obra maestra protagonizada por Meryl Streep y Robert Redford.
La indefinición narrativa es el principal defecto de este film. Su inicio es más propio de una comedia clásica en la que la pareja protagonista comienza odiándose para, más tarde, enamorarse. Posteriormente, pasa a convertirse en una cinta de aventuras y, finalmente, desemboca en un drama intenso. Toda esa travesía está salpicada con pinceladas de western y homenajes al musical y esa excesiva mezcla conceptual deja un regusto final de difícil clasificación. Pero, sobre todo, evidencia un abuso del recurso de jugar con las emociones del espectador, llevándole de la tragedia más absoluta a un repentino final feliz. En conclusión, agradará a los amantes de las aventuras épicas al estilo de Cecil B. De Mille y provocará en el resto del público cierta desorientación, cuando no aburrimiento.
El realizador ha contado con sus compatriotas Nicole Kidman y Hugh Jackman para encarnar a los personajes centrales de este megaproyecto. Kidman repite a las órdenes del realizador, tras protagonizar Moulin Rouge, mientras que Jackman goza de un buen momento artístico después de participar en títulos como X-Men, Operación Swordfish o Van Helsing.