viernes, 25 de julio de 2008

HANCOCK

Peter Berg es uno de esos artistas polifacéticos que lo mismo se dedican a la actuación, como a la producción, a la dirección e incluso, a la elaboración de guiones cinematográficos. Como realizador, estrenó el año pasado La sombra del reino con resultados notables, demostrando que sabía manejar con corrección las reglas básicas del género de acción. Su asociación con otro cineasta como Michael Mann, uno de los directores más interesantes de las últimas décadas - El dilema, Alí, Collateral- marcó definitivamente su carrera. El propio Mann produjo la anterior película de Berg y ahora también se encarga de la producción de Hancock junto a Akiva Goldsman, productor de cintas de acción como Soy leyenda, Poseidón o Señor y Señora Smith y, en sus inicios, gran guionista de largometrajes como Cinderella Man, El cliente y, sobre todo, Una mente maravillosa, que le valió el Oscar al mejor guión en el año 2002. Ambos interpretan además sendos cameos en Hancock.
No obstante, quien espere encontrar en esta película el nivel de intriga y acción que conseguía La sombra del reino se llevará una desilusión. Pese a narrar la historia de un superhéroe que se enfrenta a numerosos delincuentes dista mucho de ser un film que destaque por su acción trepidante e intensa. Una trama demasiado inverosímil –aun dando por hecho que nos encontramos en un género donde la ficción se lleva al extremo- y unos giros de guión muy radicales, unidos a algunas escenas finales de la proyección, lastran irremediablemente la cinta. Ahora bien, quienes simplemente busquen una comedia alocada con chistes fáciles –algunos, lo reconozco, con gracia- y situaciones hilarantes, podrán disfrutar en cierta medida a lo largo de sus noventa minutos de duración, porque la única forma que tiene de prosperar es tomársela a broma con la convicción de estar ante una comedia.
Es obvio que el público respalda la propuesta si nos fijamos en la recaudación de más de cien millones de dólares en Estados Unidos en su primer fin de semana. Sin embargo, y pese a la sonrisa que pueda arrancar al espectador alguno de sus fotogramas, es incuestionable que se abandona la sala con sensación de decepción, ya que prometía en un principio más de lo que finalmente ofrece.
Su actor protagonista Will Smith destaca en el equipo artístico. Él ha sabido como nadie y en varias ocasiones dar vida a esos personajes graciosos y con un punto marginal como el que le brindó la fama en la serie televisiva El Príncipe de Bel Air. Pero, al mismo tiempo, ha dado sobradas muestras de su buen hacer como intérprete en otros proyectos como el biopic del boxeador Muhammad Alí que rodó a las órdenes del citado Michael Mann o la cinta En busca de la felicidad, trabajos por los que fue nominado como mejor actor principal a la estatuilla de Hollywood. Este año tiene pendiente de estreno un esperado film dirigido por el italiano Gabriele Muccino. También merece una mención la bellísima Charlize Theron, también Oscar a la mejor actriz por su interpretación en Monster y que ya compartió rodaje con Smith en la película de Robert Redford La leyenda de Bagger Vance.

lunes, 21 de julio de 2008

IRON MAN

Stan Lee es, probablemente, el autor de cómics más famoso del mundo. Este octogenario neoyorkino es el creador de personajes tan populares como El increíble Hulk, Los cuatro fantásticos, X-men, Ironman y, por encima de todos ellos, Spiderman. Uno tras otro han sido llevados a la pantalla grande, convirtiendo a la sencilla editorial de tebeos Marvel en una productora cinematográfica de gran éxito. De hecho, Lee figura como productor en la mayor parte de las cintas e, incluso, interpreta pequeños cameos en algunas de sus escenas. Obviamente, es la saga del hombre araña la de mayor importancia en comparación con los demás héroes provinientes del dibujo animado. Los dos mil quinientos millones de dólares obtenidos en taquilla por sus tres entregas (merchandising aparte) no admiten rival y se convierte, no sólo en la más popular, sino en la de una calidad notablemente superior a los demás intentos de adaptaciones de superhéroes al celuloide.
Por su parte, el director del film -Jon Favreau- cuenta con un pasado profesional como actor televisivo. Interpretó algunos papeles secundarios en series como Seinfeld y, sobre todo, la exitosa Friends, dando vida al novio de una de las protagonistas -Monica Geller-. Posteriormente, participó en otros proyectos como Deep impact, Daredevil, Elf o Separados, donde volvió a coincidir con su antigua compañera de trabajo Jennifer Aniston. Ha sido a partir del año 2000 cuando ha comenzado a probar la faceta de realizador, siendo el responsable de la ya citada Elf y de Zathura. Ahora presenta Ironman, donde también se encarga de las labores de producción.
La película ha tenido una excelente acogida en Norteamérica, recaudando más de cien millones de dólares en su primer fin de semana de exhibición y doscientos a nivel mundial, cifras únicamente al alcance de unos pocos proyectos privilegiados, lo que ha supuesto el anuncio por parte de la productora de una secuela para el próximo año 2010. Por lo tanto, no hay duda de que los héroes Marvel son los dominadores absolutos dentro de las editoriales de cómics que dan el paso a la sala grande.
Ironman es una muestra del género que, aunque no está al mismo nivel del gran referente que es Spiderman, se revela como una opción válida si se aspira a pasar un rato de evasión. Los aficionados al mundo de los superhéroes tienen otra ocasión más de entretenerse con las aventuras de este personaje que hace del hierro su gran coraza.
El casting reúne a multitud de caras conocidas. El papel principal recae en Robert Downey Jr., actor norteamericano que alcanzó su máximo esplendor profesional a principios de la década de los noventa cuando fue nominado al Oscar de Hollywood como mejor actor principal por su genial recreación de Charlot en Chaplin. A partir de entonces, han sido sus escándalos relacionados con las drogas y el alcohol los que le han proporcionado una imagen muy negativa, teniendo que pasar más de diez años para que la crítica elogiase nuevamente sus cualidades artísticas gracias a su participación en la que, a mi juicio, fue la mejor cinta del pasado año: Zodiac. Le secundan el afroamericano Terrence Howard –Crash, Ray- y el siempre eficiente Jeff Bridges –Seabiscuit, El rey pescador, Los fabulosos Baker boys-.

SPEED RACER

Los hermanos Andy y Larry Wachowski saltaron a la fama mundial en el año 1999 con el estreno de su primera película correspondiente a la saga Matrix. Ambos fueron responsables posteriormente tanto de los guiones como de la dirección de la trilogía. La entrega inicial fue todo un acontecimiento por su originalidad, sus atractivos efectos visuales y la consecución de un tipo de acción bastante lograda. El éxito fue tan rotundo que logró cuatro premios de la Academia de Hollywood, además de dar origen a un importante número de subproductos como series en DVD o juegos diversos y a otras dos cintas que se estrenaron en las salas de proyección el mismo año, práctica sumamente inusual en la industria cinematográfica. La segunda parte aún conservaba en ciertos aspectos el nivel de su predecesora pero la tercera y última supuso un deshonroso cierre a este macroproyecto gozó de tanta relevancia hace casi una década. En su siguiente trabajo, V de Vendetta, los Wachowski se limitaron a la labor de guionistas y productores. Como ya ocurriera con Matrix, se partía de una idea interesante y original que, aunque no logró el triunfo económico de los títulos anteriores, cosechó buenas críticas y un aceptable respaldo por parte del público.
Ahora presentan Speed Racer asumiendo una vez más las funciones asociadas a guión, dirección y producción. En esta ocasión, la trama se desarrolla en el mundo de las carreras de coches, con un protagonista talentoso pero muy temerario, a medio camino entre un genio virtuoso del volante y un tipo atormentado incapaz de superar la muerte de su hermano en plena competición. En realidad, la idea nace de una serie japonesa de dibujos animados emitida hace varias décadas y con cuyos mimbres se pretende construir un film sobre la corrupción en el marco del automovilismo. Pero, y como ya ocurriera con Matrix revolutions, el resultado final se puede calificar de mediocre y decepcionante. Desaparecida la originalidad, tan sólo queda un intento vano de agotar al espectador merced a multitud de carreras, planos sorprendentes y excesivos recursos demasiado manidos como para sorprendernos a estas alturas. Además, se exceden en la estética del videoclip y alteran la imagen a través de una colección de colores desproporcionados más propios de las cintas de animación, de modo que terminan resultando cansinos. Es más; se dice que John Mathieson, el primer director de fotografía contratado para el rodaje y responsable de títulos como Gladiator o El Fantasma de la Ópera, decidió abandonar el proyecto por su total desacuerdo con la particular visión de los realizadores acerca de la película.
Pese a gozar de un estreno mundial a imagen y semejanza del que tuvo hace siete días Ironman, su recaudación dista mucho de aquélla, con apenas dieciocho millones de dólares en su primer fin de semana de exhibición en Estados Unidos. Confiemos en que Speed Racer sea una excepción en la, hasta la fecha, interesante trayectoria de estos jóvenes hermanos.
El protagonista es Emile Hirsch, un joven californiano de apenas veinte años y sin experiencia profesional destacable pero que es secundado por los siempre interesantes Susan Sarandon –Thelma & Louise, Pena de muerte, El cliente-, Christina Ricci –Sleepy Hollow, La tormenta de hielo, Monster- y John Goodman –El gran Lebowski, Barton Fink, Always, Melodía de seducción-.

UNA CHICA CORTADA EN DOS

El cineasta francés Claude Chabrol, a pesar de iniciar los estudios de farmacia siguiendo la tradición familiar, terminó finalmente (y por fortuna) dedicándose al séptimo arte. Comenzó como crítico de cine en la famosa revista “Cahiers du cinéma” gracias a la cual entró en contacto con algunos realizadores célebres como sus compatriotas François Truffaut, Jean-Luc Godard y Eric Rohmer, junto al que escribió un libro sobre el maestro del suspense Alfred Hitchcock publicado en los años cincuenta. Su salto a la dirección se remonta a la década de los cuarenta para, más tarde, gozar de cierto prestigio a través de títulos como El bello Sergio, Los primos o, más recientemente, Gracias por el chocolate, Borrachera de poder, Asunto de mujeres, No va más y Días tranquilos en Clichy. Este parisino, miembro destacado de la denominada “nouvelle vague”, siempre se ha caracterizado por su estilo dramático y oscuro. De hecho, hay quien ha definido su obra con la siguiente metáfora: “Es chocolate negro, sin leche”.
Ahora presenta su última película titulada Una chica cortada en dos sobre la base de una historia ambientada en la ciudad de Lyon protagonizada por una atractiva joven que trabaja en el mundo de la televisión como chica del tiempo y a la que promocionan en la cadena encargándole un nuevo programa de mayor relevancia. Simultáneamente, se ve situada entre dos hombres que se han enamorado de ella; un joven millonario y un cincuentón escritor de éxito. Como primera reflexión, cabe resaltar que, con independencia de los rasgos diferenciadores de este estreno respecto de su anterior trayectoria, una de las constantes en toda la filmografía de Chabrol es la crítica acerada a la burguesía francesa.
El film, aunque con un estilo narrativo algo excéntrico y poco imaginativo, expone una interesante visión sobre el egoísmo humano ya que la mayoría de los personajes pecan de este defecto, por otra parte tan habitual. Y en un cierto momento de la proyección se alcanza un grado de intensidad que, unido a alguna sorpresa en el desenlace, nos obliga a reconocer en justicia el acierto final de la propuesta, aunque sin llegar al entusiasmo.
En el apartado interpretativo destaca la joven Ludivine Sagnier, quien ya ha estrenado en nuestro país cintas como 8 mujeres o la más interesante La piscina, ambas dirigidas por François Ozon. Incluso ha probado suerte en la industria anglosajona con algunos papeles secundarios como el de la versión que de Peter Pan rodó en 2003 el australiano P.J. Hogan. Actualmente, rueda dos largometrajes de próximo estreno a las órdenes de Jean François Richet acompañada de Vincent Cassel –Promesas del Este, Ocean’s Twelve & Thirteen- y Gérard Depardieu – Cyrano de Bergerac, Matrimonio de conveniencia- . Estamos, pues, ante una promesa que, con toda seguridad, terminará triunfando profesionalmente a nivel internacional.
Destacan también François Berléand - Los chicos del coro, la ya citada Borrachera de poder- y, en menor medida, Benoît Magimel, algo sobreactuado en su papel, y a quien hemos podido ver en La pianista o La flor del mal.

INDIANA JONES Y EL REINO DE LA CALAVERA DE CRISTAL

Steven Spielberg es el realizador más popular de la historia del cine y el éxito logrado con sus películas es de tal magnitud que cualquier referencia a él resulta una obviedad. Además de sus innumerables triunfos como productor y director es el principal artífice de la rehabilitación del séptimo arte como industria, estando directamente relacionado en la salvación de algunas productoras que estaban al borde de la quiebra. También es el impulsor de un nuevo lenguaje cinematográfico que define toda su filmografía, sin la cual resulta imposible entender el cine actual.
Por su parte, George Lucas ocupa de igual modo un puesto relevante ganado a pulso por su buen hacer como guionista, productor y, en cierta medida, director, de la saga fílmica de mayor repercusión mediática: los seis episodios de Star Wars. Este tándem de amigos coincidió a principios de los años ochenta con la puesta en marcha de un proyecto titulado En busca del arca perdida. El respaldo unánime del público a dicha cinta hizo que un film de aventuras en sentido estricto consiguiese ocho nominaciones a los Oscar, incluidos los de mejor película y mejor director, obteniendo finalmente cuatro estatuillas.
Las últimas aventuras del arqueólogo se remontaban a 1989, en otra lección magistral demostrativa de cómo el cine de entretenimiento puede codearse sin complejos con el resto de géneros cinematográficos que pretenden atribuirse en exclusiva el monopolio de la calidad. Han tenido que pasar casi dos décadas para que Indiana Jones retorne a la gran pantalla y, como era de esperar, lo hace con el apoyo masivo de los espectadores, que se han apresurado a llenar las salas en su primer fin de semana de proyección, alcanzando ya recaudaciones vertiginosas -más de ciento veinte millones de dólares en Estados Unidos y el doble en el resto del mundo- que le convierten en uno de los diez estrenos más rentables de todos los tiempos.
Y, aunque no supera el listón de sus predecesores, el largometraje mantiene la misma línea y es una garantía de satisfacción para los aficionados al cine de aventuras. Determinadas críticas menosprecian esta cuarta entrega argumentando que es “más de lo mismo” pero, en mi opinión, ahí radica su gran virtud. Puede que, después de tres historias, no sorprenda tanto como las anteriores y hasta es posible que no la contemplemos con los mismos ojos que años atrás. Pero mucho me temo que ese cambio de actitud se debe simplemente a que hoy tenemos un cuarto de siglo más y somos unas personas distintas.
El reparto aparece encabezado nuevamente por Harrison Ford, actor interesante pese a quienes se niegan a concederle la categoría interpretativa que le corresponde y que ha demostrado su talento en Blade Runner, Único testigo, La costa de los mosquitos, Armas de mujer o El fugitivo, por citar algunos ejemplos. Le acompañan en esta ocasión la impecable Cate Blanchett y el joven Shia LaBeouf.
Para terminar, resulta imprescindible destacar la enésima partitura del maestro de maestros, John Williams, el compositor de bandas sonoras que, desde La guerra de las galaxias a Harry Potter, desde Superman a Parque Jurásico, desde Tiburón a Solo en casa, ostenta el récord de ser el profesional vivo con más nominaciones a los premios de la Academia de Hollywood (nada menos que cuarenta y cuatro). Un auténtico lujo para los oídos.

LA BODA DE MI NOVIA

Lo habitual a la hora de hacer la crítica de esta película hubiera sido comenzar hablando de su director, el inglés Paul Weiland, cuyos principales trabajos están ligados al popular personaje televisivo Mr. Bean. También hubiera sido normal continuar hablando de la pareja protagonista, Patrick Dempsey y Michelle Monaghan, conocidos respectivamente por sus apariciones en la serie televisiva Anatomía de Grey y por su papel de novia de Tom Cruise en la tercera entrega de Misión imposible. Sin embargo, la triste noticia del fallecimiento de Sydney Pollack el pasado veintiséis de mayo me obliga a iniciar este artículo con un sentido homenaje a este extraordinario cineasta norteamericano, cuya última aportación artística ha sido precisamente interpretar un pequeño papel en esta cinta cuyo título original es Made of Honor, aunque la distribuidora en España ha decidido estrenarla con el absurdo título de La boda de mi novia.
Pollack ha triunfado en todas y cada una de las facetas profesionales a las que se ha dedicado, y que van desde la dirección a la producción pasando por la interpretación. Como actor recordamos sus brillantes actuaciones en Maridos y mujeres de Woody Allen, Eyes Wide Shut de Stanley Kubrick o, más recientemente, Michael Clayton de Tony Gilroy. Entre sus producciones más celebradas (sin contar aquéllas en las que también asumió la realización) se sitúan los últimos largometrajes del recientemente fallecido Anthony Minghella -El talento de Mr. Ripley y Cold mountain-, El americano impasible, Sentido y sensibilidad o Presunto inocente.
Pero fue indudablemente su labor detrás de la cámara la que más fama y reconocimiento le proporcionó. Filmes como Danzad, danzad malditos –por la que logró su primera nominación al Oscar al mejor director-, Tal como éramos, Los tres días del cóndor, Ausencia de malicia, Tootsie, La tapadera y, sobre todo, Memorias de África (con la que obtuvo dos estatuillas) le convierten en uno de los profesionales más completos de la historia del cine. Por ello, su prematura muerte ha supuesto un duro golpe tanto para los aficionados como para la industria a la que pertenecía.
Por lo que se refiere a la película, se trata de una comedia romántica que sigue paso a paso todas las reglas, pautas y principios de su género, por lo que resulta previsible, algo absurda y con un final bastante forzado. Ahora bien, cumple con creces los objetivos previstos, ya que cuenta con una pareja que engancha y con momentos cómicos que provocan la risa del espectador. Divertida a ratos, entretenida en ocasiones, es un producto poco creativo pero que cumple con lo que promete, una suerte de comida rápida por la que, a veces, sustituimos una gastronomía más selecta. Por desgracia, el personaje secundario al que da vida Sydney Pollack no ha sido el mejor colofón para una trayectoria tan destacada como la suya pero, en compensación, nos queda el resto de su filmografía para disfrutar de su gran talento.

ELLA ES EL PARTIDO

George Clooney puede presumir de haber compaginado con éxito sus incursiones en los medios de la televisión, la publicidad y el cine e, incluso, de liderar las absurdas listas que, cada poco tiempo, publican determinadas revistas eligiendo a las personas supuestamente más deseadas del planeta. Tras su paso por la famosa serie Urgencias, donde interpretó a uno de sus personajes protagonistas desde el año 1994 hasta el 2000, y después de algunos cameos en otros programas de gran aceptación popular como Friends, las probabilidades de que un salto a la pantalla grande basado en el reclamo de su atractivo físico fuese más bien discreto eran considerables. De hecho, tal parecía ser el sendero que tomaba su carrera cuando intervino en la decepcionante Batman & Robin. Sin embargo, a una década vista desde aquella decidida apuesta profesional por el cine, la conclusión final contradice las primeras impresiones. Estamos ante una estrella que ha sabido, no sólo participar en grandes películas, sino crearlas.
Interpretativamente hablando, su participación en cintas como La tormenta perfecta, Un romance muy peligroso, Solaris, Syriana –por la que ganó un Oscar al mejor actor de reparto- o la más reciente Michael Clayton demuestran que estamos ante algo más que una cara bonita. Y, cuando en 2002 dirigió su primer largometraje con el título Confesiones de una mente peligrosa, ya apuntó su buen hacer detrás la cámara, a pesar de que el film pasase desapercibido para el gran público. No obstante, cuando en el año 2005 estrenó su segundo proyecto como realizador - Buenas noches y buena suerte – consiguió que los espectadores lo respaldasen en la taquilla y que la crítica alabase al unísono su triple faceta de director, guionista e intérprete, obteniendo como muestra de dicho reconocimiento seis nominaciones a los premios de la Academia de Hollywood y cuatro a los Globos de Oro.
La comedia romántica Ella es el partido, una historia ambientada en los años veinte del pasado siglo, con el amor y el fútbol americano como pilares de la historia, es su tercera realización. Clooney ha reiterado la pretensión de rendir su personal homenaje a las comedias de Howard Hawks o George Kukor de los años treinta y cuarenta pero, en esta ocasión, hay que reconocer que el resultado final no responde a las ambiciosas expectativas pretendidas. Es verdad que puede enganchar a cierta parte del público con su excelente ambientación de época y, sobre todo, con el atractivo de su pareja protagonista pero, por desgracia, un flojo guión y una comicidad más que discutible terminan por decepcionar a quienes esperábamos algo más de la trayectoria de Clooney.
Junto a él aparece la actriz Renée Zellweger, cuyos prometedores comienzos en el séptimo arte con una sucesión de excelentes actuaciones como las de El diario de Bridget Jones, Chicago o Cold Mountain – Oscar a la mejor actriz de reparto – se están viendo frenados a la hora de escoger sus papeles de los últimos años. También forma parte del reparto el actor galés Jonathan Pryce, recordado por sus meritorias interpretaciones en la saga de Piratas del Caribe o en la aventura de James Bond El mañana nunca muere.

EL INCIDENTE

M. Night Shyamalan nació en la India hace treinta y siete años pero a muy temprana edad se trasladó a Philadelphia, donde surgió su vocación por el séptimo arte y la devoción por su ídolo confesado, el realizador Steven Spielberg, a quien trataba de emular con una pequeña cámara de ocho milímetros que le habían regalado. Muy pronto se decantó por un género cinematográfico a medio camino entre la intriga, la aventura, la acción y el terror. De hecho, de las paredes de su despacho cuelgan los tres carteles de sus películas preferidas: En busca del arca perdida, El exorcista y Jungla de cristal.
En el año 1999 saltó a la fama de manera espectacular tras dirigir la inquietante El sexto sentido, que le proporcionó dos nominaciones a los premios Oscar como guionista y director, logrando un éxito mundial sin precedentes. Un año después repitió con el actor Bruce Willis en El protegido, sensacional cinta que, al igual que su predecesora, alcanzaba unos niveles de tensión muy elevados y un considerable grado de intensidad gracias a un estilo dramático y pausado que rozaba la lentitud narrativa y, en consecuencia, completamente alejado de los thrillers convencionales estrenados en la última década, sometidos en su totalidad a grandes dosis de acción desenfrenada.
Shyamalan siguió utilizando sus señas de identidad en posteriores proyectos, aunque con menos acierto. Señales, El bosque y La joven del agua completan su particular filmografía y le convierten en un original creador que arrastra a un numeroso grupo de fieles seguidores que valoran ese toque personal que le diferencia del resto de sus colegas. Salvando las distancias, es lo mismo que sucedía con el otro gran ídolo del realizador indio, el británico maestro del suspense Sir Alfred Hitchcock, cuya “marca de la casa” resulta más que reconocible y con quien también comparte la manía de reservarse siempre una pequeña aparición en todos sus títulos.
Ahora, con el estreno de El incidente, continúa por la senda de sus anteriores trabajos. La historia cuenta las penurias de una familia que intenta escapar de una especie de epidemia que se extiende a través de varias ciudades provocando una serie de muertes inexplicables. Superado el punto de partida, dos son los problemas que se originan. El primero es que parte de una hipótesis bastante inverosímil que nunca termina de aclararse, con lo que se llega al final de la proyección sin saber exactamente qué ha ocurrido a lo largo del metraje, debido a un guión entre increíble y surrealista. Y el segundo es que los inicios del joven director fueron tan sobresalientes que, cuando rueda un proyecto simplemente correcto, decepciona (y Shyamalan suma ya varios de ellos por debajo de sus posibilidades).
El irregular actor norteamericano Mark Wahlberg encabeza el reparto. Sus mejores actuaciones en Infiltrados –por la que recibió una nominación a la estatuilla de Hollywood al mejor actor de reparto-, La tormenta perfecta o Boogie Nights, se equilibran, por desgracia, con otras menos destacadas como las de The Italian Job o El planeta de los simios versión Tim Burton. El colombiano John Leguizamo le da una réplica correcta, como suele ser habitual en él. En este sentido, cabe recordar su talento interpretativo en papeles como los de El amor en los tiempos del cólera, Moulin Rouge o Atrapado por su pasado.

RIVALES

Fernando Colomo comenzó su carrera como director hace ya tres décadas con títulos como Tigres de papel o ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? Pero fue en los años ochenta cuando se consagró como especialista en el género de comedia. Salvo la pintoresca excepción que supuso la realización de El caballero del dragón, cinta a medio camino entre la fantasía y la ciencia-ficción protagonizada por Harvey Keitel, Klaus Kinski y Miguel Bosé, y que sólo sirvió para concluir que Colomo no es apto para este tipo de cine, ha sido la comedia el verdadero motor de su filmografía. Estoy en crisis, La vida alegre, Bajarse al moro, Rosa rosae, El efecto mariposa o El cuarteto de La Habana así lo avalan, lo mismo que sus trabajos televisivos en series como Chicas de hoy en día o ¡Ay Señor, señor!, con Andrés Pajares y Javier Cámara.
Estamos, por tanto, ante un cineasta que ha basado su carrera en un tipo de cine muy específico, que normalmente ha sido fiel a un estilo consagrado durante muchos años y que, a estas alturas, sigue conservando un público relativamente escaso pero muy fiel. Rivales es, una vez más, un largometraje humorístico que cuenta la historia de dos equipos de fútbol de categoría juvenil, uno de Madrid y otro de Barcelona, que se desplazan a Sevilla para jugar una final. Con el deporte como telón de fondo se entrecruzan un sinfín de situaciones cómicas apoyadas en el tirón interpretativo de un elenco de actores muy conocidos y se intenta conseguir por fin ese gran éxito de público que todavía se le resiste al director madrileño, en la línea de Días de fútbol o Los dos lados de la cama, que sí recibieron el respaldo de los espectadores de forma masiva.
La película agradará a los amantes de la comedia española gracias a sus numerosas escenas divertidas y a todas esas personas que disfrutan con las series de producción propia que abundan en las cadenas televisivas de nuestro país. Al tratarse de una película coral basada en múltiples historias paralelas, unas tienen mayor gracia que otras y se aprecia una marcada tendencia a la exageración de tópicos y a la presentación de situaciones extremas, característica, por otra parte, consustancial al género. No obstante, quienes piensan que el público, por el mero hecho de desplazarse a las salas de proyección y pagar una entrada, merece algo más de lo que puede ver sin moverse de su casa y sin coste alguno, probablemente puedan sentirse un tanto defraudados.
En el equipo artístico destaca Ernesto Alterio, hijo del también actor argentino Héctor Alterio que, además de protagonizar las ya citadas Días de fútbol y Los dos lados de la cama también ha participado en la interesante El método. Junto a él participan un grupo de actores que han cosechado gran popularidad a través de la pequeña pantalla como Santi Millán -7 vidas- o María Pujalte –Periodistas-. También tienen pequeños papeles las canarias Kira Miró -Oscar, una pasión surrealista, El próximo oriente (igualmente a las órdenes de Fernando Colomo) y Goya Toledo –Amores perros, La caja 507-.

LAS CRÓNICAS DE NARNIA: EL PRÍNCIPE CASPIAN

C. S. Lewis, escritor anglosajón nacido a finales del siglo XIX, es un autor de género fantástico muy conocido en el ámbito literario. Ya en la década de los años veinte del siglo pasado entabló amistad con otro de los grandes autores de este particular estilo, J.R. Tolkien, responsable de la saga de El señor de los anillos, junto al que fundó el club de los Inklings, reunión de escritores y académicos con sede en la ciudad inglesa de Oxford. Lewis escribió siete libros sobre las Crónicas de Narnia, un mundo poblado por animales parlantes y criaturas mágicas y plagado de mitos y hechizos. Tras el éxito de la adaptación cinematográfica de la trilogía El señor de los anillos se planteó la idea de trasladar también a la gran pantalla estas narraciones. Así, en el año 2005 se estrenó la primera de ellas, El león, la bruja y el armario que, con un presupuesto inicial de ciento ochenta millones de dólares, recaudó en todo el mundo más de setecientos. Con semejantes cifras, la segunda parte no debía tardar en llegar y, a buen seguro, el resto de ellas terminarán por tener su versión para el cine.
El director Andrew Adamson, artífice de Shrek y Shrek 2, ha sido el encargado de producir, realizar y elaborar el guión de ambos proyectos. Curiosamente, comparte la nacionalidad neozelandesa con su colega Peter Jackson, realizador de los tres largometrajes sobre la obra de Tolkien, y ha conseguido en ambos casos una adaptación especialmente indicada para el público infantil y juvenil. Es evidente que este género responde a un concreto tipo de aficionado para quien constituye una apuesta casi segura de pasar un buen rato.
No obstante, algunos aspectos de El príncipe Caspian juegan en su contra. La duración excesiva –dos horas y media- es uno de ellos. Pero, sobre todo, y como ocurre con otras sagas que parecen interminables, el hecho de que cada poco tiempo se estrene una cinta que ofrece al espectador más de lo mismo termina por resultar cansino y hace imposible lograr la sorpresa conseguida con sus predecesoras. El hecho de que esta segunda parte haya recaudado en Estados Unidos la mitad de dinero que la primera avala esta tesis. Sin embargo, no parece que estas evidencias desanimen a los productores. Por el contrario, ya está previsto el estreno de la tercera entrega para 2010. Cuenta a su favor con una impecable realización que se disfruta plenamente cuando se proyecta en cines, en comparación a su visionado en la pequeña pantalla. En su momento, El león, la bruja y el armario recibió un Oscar al mejor maquillaje y dos nominaciones más en las categorías de efectos especiales y sonido y es justo valorar el importante número de seguidores fieles a estos relatos.
En el apartado interpretativo repiten como protagonistas los cuatro niños de la primera aventura. La actriz española Alicia Borrachero, popular gracias a las series televisivas Periodistas y Hospital Central, también tiene un pequeño papel, así como la ganadora de la estatuilla de Hollywood a la mejor actriz secundaria en su última edición por su interpretación en Michael Clayton, Tilda Swinton.

KUNG FU PANDA

En el año 1994, Steven Spielberg, el magnate de la industria musical David Geffen, y el antiguo directivo de la Walt Disney Jeffrey Katzenberg fundaron una nueva productora cinematográfica que se denominó Dreamworks. Con poco más de una década de existencia se codea con las productoras más veteranas y consolidadas de la potente industria norteamericana. Suyas son películas tan alabadas y galardonadas como American beauty, Gladiator o Salvar al soldado Ryan. Desde un inicio, decidieron crear dentro de la compañía una sección especializada en el cine de animación, con el objetivo de quitarle a la Walt Disney el monopolio que, de hecho, que tenía en este tipo de largometrajes. Suyas son películas como La ruta hacia el dorado, El espantatiburones, Madagascar, Vecinos invasores, la reciente Bee movie y, sobre todo, la saga de Shrek.
Es evidente que la Dreamworks le ganó la batalla a las películas de dibujos realizadas directamente por la Disney, tanto en lo referente a los resultados en taquilla como en la calidad del producto final, dado que los films de esta última como Zafarrancho en el rancho o Hermano Oso, no dieron el resultado esperado. Sin embargo, lo cierto es que no han podido con las que salen de la factoría Pixar, responsable sin discusión de los mejores títulos de animación, como Toy story, Buscando a Nemo, Monstruos S.A. o Ratatouille. Tanto fue así que la empresa del ratón Mickey no dudó en convertir lo que era una mera asociación con la Pixar en una absorción en toda regla, comprando la productora y asegurándose el liderazgo en este género nuevamente. Pero la productora de Spielberg no se resigna, y hace pocos días anunció que se asocia con el fabricante de microprocesadores Intel para revolucionar el cine de animación mediante la producción de películas en tres dimensiones y mejorar, aún más si cabe, la calidad de la imagen. Así en el año 2009 se anuncia el estreno de un largometraje que tiene el título provisional de Monsters vs Aliens que ya promocionan insistentemente en la red y con el que aspiran a seguir batallando por la hegemonía a nivel mundial en el género de animación.
Kung fu panda es una batalla más en esta particular guerra entre productoras. Dirigida por dos debutantes, cuenta la historia de un oso panda que trabaja en un restaurante pero que sueña con ser un maestro de las artes marciales. Aún reconociéndole algunas escenas cómicas logradas y el acierto de la inversión tras llevar recaudados trescientos cincuenta millones de dólares en todo el mundo, nuevamente a apuesta queda muy lejos de los grandes títulos de animación. Ni el guión, ni los personajes, ni la música resiste comparación con los largometrajes que elevaron el cine de animación de mero subproducto infantil al nivel de arte cinematográfico. Por todo ello solo es recomendable como solución de urgencia ante el dilema de qué hacer con lo niños durante hora y media.
Las voces las ponen en la versión original actores tan conocidos como Dustin Hoffman o Angelina Jolie. En España el personaje principal lo dobla Florentino Fernandez.

EL INCREIBLE HULK

En el año 2003 el director taiwanés Ang Lee asumió la realización de Hulk, demostrando una vez más que no estaba dispuesto a encasillarse en ningún género cinematográfico. El responsable de títulos tan dispares como Sentido y sensibilidad, Tigre y dragón o Brokeback Mountain, se encargó de llevar a la gran pantalla a este famoso personaje de cómic de la factoría Marvel con un presupuesto de casi ciento cuarenta millones de dólares, de los que se lograron recuperar ciento treinta en Estados Unidos, obteniéndose un pequeño beneficio gracias a la recaudación a nivel mundial. En realidad, ninguno de sus responsables quedó contento con el resultado final, ni la productora, ni su creador Stan Lee ni tampoco el director. Y no sólo porque los ingresos en taquilla no fueran los esperados sino porque la cinta, pese a contar con numerosos alicientes, no terminó de sacar todo el jugo a la historia ni alcanzó los niveles de intensidad y acción que cabían esperar de ella.
Por dichos motivos, sus productores empezaron muy pronto a valorar la posibilidad de rodar un nuevo largometraje, aunque no han querido presentar este proyecto como una segunda parte sino como un trabajo completamente nuevo y alejado de su predecesor. En esta ocasión, la dirección corre a cargo del joven director francés Louis Leterrier, quien ha dirigido únicamente dos filmes con anterioridad - Transporter 2 y Danny the Dog -. Por lo tanto, la apuesta es clara: recaudar más y quedar satisfechos por fin con esta nueva adaptación.
La historia comienza con el personaje de Bruce Banner en busca de una cura definitiva para el mal que le aqueja. En su permanente huída del ejército que pretende capturarlo para utilizar su potencial ilimitado decide enfrentarse a un segundo ente creado también por medio de una mutación genética. Pese a las pretensiones iniciales, no se aprecian grandes mejoras comparativas en esta nueva versión. Agradará a los fanáticos del gigante verde y, quizás, a los aficionados a los héroes de cómic pero no creo que encuentre simpatizantes más allá de esas fronteras, porque no está a la altura de otras muestras del género ni como cine de acción, ni como cine de aventuras ni como cine de superhéroes. La pelea final entre los dos monstruos, supuesto punto fuerte de la proyección, convencerá exclusivamente a quienes se sorprendan con grandes escenas de destrucción o, en su caso, a quienes les fascinen los combates al estilo de pressing catch, pero nada más. Mucho me temo que, tras este segundo intento, el viejo Stan Lee seguirá descontento con el resultado de la adaptación a la pantalla grande de su gigantesco personaje.
El magnífico actor Edward Norton, nominado al Oscar en dos ocasiones por Las dos caras de la verdad y American History X y que cuenta en su filmografía con numerosos títulos interesantes como El velo pintado, El ilusionista, El club de la lucha o El escándalo de Larry Flynt da vida al doble personaje Banner/Hulk. Le secundan de modo correcto la irregular Liv Tyler –Belleza robada, Armageddon, El señor de los anillos-, el cada vez más asiduo a pequeños papeles secundarios (En el punto de mira, Mr Brooks, Syriana) William Hurt y, en un divertido cameo, el televisivo Lou Ferrigno, inolvidable Hulk en la serie del mismo nombre.